lunes, 12 de noviembre de 2018

El baile letal de Jorge Manrique (Las danzas de la muerte)




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Las danzas de la muerte o danzas macabras son un subgénero literario que surge en el medievo para representar la fugacidad de la vida en una época marcada por la mortalidad (mala salud, pésima higiene, continuas guerras y saqueos o cotidianos brotes de peste). Al tener la muerte una presencia constante en su vida deciden encararla con humor (esta manera de reírnos de temas macabros con los que habitualmente no se bromea se conoce como "humor negro"). Además, las danzas de la muerte son un reflejo de la ideología religiosa  que, por un lado, recuerda que los placeres terrenales son pasajeros y, por otro, evoca el poder igualatorio de la muerte.
 
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En su ensayo divulgativo La literatura explicada a los asnos, José Ángel Mañas escribe esto:
A mi juicio, el poemario más poderoso, más patético y hondo de toda la historia de la literatura española son las Coplas a la muerte de su padre, de Jorge Manrique.
Sin ser una temática original, ni sus ideas especialmente novedosas (todas las imágenes, está estudiado, son tópicos del convulso siglo XV), nunca nadie había dicho las verdades esenciales, que todos comprendemos, con tanta sencilla y desolada convicción.
Recuerde el alma dormida,
avive el seso e despierte
contemplando
cómo se passa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando,
cuán presto se va el plazer,
cómo, después de acordado,
da dolor;
cómo, a nuestro parecer,
cualquiere tiempo passado
fue mejor.
Pues si vemos lo presente
cómo en un punto s’es ido
e acabado,
si juzgamos sabiamente,
daremos lo non venido
por passado.
Non se engañe nadi, no,
pensando que ha de durar
lo que espera
más que duró lo que vio…
Todos los españoles debiéramos aprendernos estas estrofas de memoria, de la primera a la última, y recitarlas a lo largo de los años para reconciliarnos, en lo posible, con el sentido de la vida.
Si la poesía es un decir las cosas esenciales, pocas veces en la historia se han expuesto con tanta naturalidad, con un lirismo tan desnudo y convincente, la fugacidad del vivir, la futilidad de la existencia y la terrible belleza del mundo.
Puede que, en otros idiomas, las obras de François Villon, de John Donne o de Leopardi, por ejemplo, se le acerquen, no lo sé. En todo caso ninguna de ellas le llega a uno como lo hacen estos versos reciamente castellanos de Manrique. Para bien o para mal, la lengua materna nos acaricia en lo más hondo del córtex.
La sensación que se tiene, al cabo del tiempo, después de mucho releerlos, sigue siendo la misma. No mienten. No fallan. No hay ninguna trampa, ninguna falsedad. Ningún momento de dubitación.
Son la verdad hecha palabra, el fruto inteligible de uno de esos momentos de lucidez absoluta donde, de repente, se le cae el velo a la existencia y contemplamos el rostro desnudo del mundo. Caídas las máscaras, uno se enfrenta con el semblante sin maquillar de la muerte.
Y como el sol no se puede mirar fijamente, se aguanta lo que se puede, antes de apartar la mirada y posarla en otras cosas.
Pero esa mirada, al volver a la vida, nunca volverá a ser la misma. Ya solo ve fantasmas.
Si la poesía es un sentir profundo, la mejor quintaesencia de la poesía en castellano estaría, para mí, en estas cuarenta coplas. Si tuviera que llevarme una obra a una isla desierta, me llevaría esta. Si tuviera que desaparecer el resto de la poesía, incluso de la literatura, y hubieran de quedar unos pocos versos en castellano, me quedaría con estos. Y los mandaría grabar en piedra.

Al final de la obra se produce un encuentro entre el padre de Jorge Manrique y La Muerte, es decir, realiza una personificación.

Nuestras vidas son los ríos
que van a dar en la mar,
que es el morir:
allí van los señoríos,
derechos a se acabar
y consumir;
allí los ríos caudales,
allí los otros medianos
y más chicos;
y llegados, son iguales
los que viven por sus manos
y los ricos.

Jorge Manrique destaca por su estilo sobrio y sencillo. Como puedes ver, utiliza metáforas fáciles de entender que encadena con acierto.
Ya sabes que la comparación de un término real (A) con otro imaginario (B) es un recurso literario conocido como símil (o comparación).

Por su parte, la sustitución del término real por el imaginario (B en lugar de A) se conoce como metáfora.

Cuando esta sustitución poética de un término real por otro imaginario se mantiene y desarrolla hasta elaborar una identificación más amplia, estamos ante una analogía:

Nuestras vidas son los ríos
que van a dar en la mar,
que es el morir;
allí van los señoríos
derechos a se acabar
y consumir;
allí los ríos caudales,
allí los otros medianos
y más chicos,
y llegados, son iguales
los que viven por sus manos
y los ricos.
(...)

Este mundo es el camino
para el otro, que es morada
sin pesar;
mas cumple tener buen tino
para andar esta jornada
sin errar.
Partimos cuando nacemos,
andamos mientras vivimos,
y llegamos
al tiempo que fenecemos;
así que cuando morimos
descansamos.


En esta entrada de mi blog puedes recordar el concepto de elegía. 
Y es que el tema principal de Coplas a la muerte de su padre es la expresión de la tristeza por la pérdida de un ser querido.

Sin embargo, no es el único tema del poemario, ya que su padre es para Manrique, entre otras cosas, un símbolo de una época anterior que él, como noble y guerrero, echa de menos mientras siente la decadencia de una época feudal que se va diluyendo poco a poco.
Por lo tanto, te vendrá bien repasar el tópico literario "ubi sunt" en esta entrada de mi blog.


Como ves, volviendo al tema original de la entrada, lo importante del subgénero lírico de "Las Danzas de la muerte" es encarar la muerte con humor y recordar su poder igualatorio.
Manrique demuestra estar influido por la constante presencia de la Muerte en la literatura de su época, pero evita el tono burlesco para adoptar un tono serio y solemne, más acorde a su intención de hacer un homenaje a su padre muerto como símbolo de una época en decadencia.

Su tono serie se debe a que está muy marcado por otro tópico literario, el "tempus fugit".


El baile es una buena alegoría de la vida (simboliza la alegría y la intención de aguantar lo máximo que se pueda hasta que llega el final inevitable).
Quizás por eso ha calado también la idea de equiparar vida y baile.


Image result for acaso no matan a los caballos 

Es lo que hizo Horace McCoy en esta célebre novela de la que después surgió la película (en castellano titulada) Danzad, danzad malditos.
Y, a partir de esta idea, algunas canciones como estas de Rusos Blancos o Ariel Rot.


Todos tus viejos novios
en una pista de baile
bailando por tu amor...
con música disco.

Yo quiero hacerlo bien
pero no es tan fácil 
y se me van los pies
porque no soy muy ágil...

Todos tus viejos novios
con vestidos raros 
algunos sí son guapos... 
pero otros no.

Yo quiero competir 
pero pierdo el ritmo
y bailan contra mí 
y yo soy tan tímido...

Si el juez te toca en el hombro es la Muerte,
si el juez te toca en el hombro es la Muerte.
si el juez te toca en el hombro es la Muerte,
si el juez te toca en el hombro, acabó tu suerte.

Todos tus viejos novios 
a los que un día amaste
bailan frente a ti
no es para conquistarte... 

Bailan con rencor,
bailan con envidia,
bailan hasta el dolor, 
sangran en la pista...

No bailan para ti
los que te amaron antes
si bailan por amor 
es por amor al baile

Si el juez te toca en el hombro es la Muerte,
si el juez te toca en el hombro es la Muerte.
si el juez te toca en el hombro es la Muerte,
si el juez te toca en el hombro, acabó tu suerte.

 

Yo estaba listo para todos tus mordiscos 
y preparado para todos tus pecados... 
yo tenía el corazón adormecido 
tú casi siempre el paladar anestesiado. 

Y en el momento en que dejaste tu trabajo,
te cotizaste de cintura para abajo...
yo tenía la Visa que provoca tu sonrisa
pero la vida no es un plástico dorado.

Y el que tenga un amor que lo cuide
y que mantenga la ilusión
porque la vida es un baile de ilusiones
y el que no baila está muerto.

Y el que tenga un amor que lo cuide
y que mantenga la ilusión
por que la vida es un sueño
y los sueños sueños son.

Y a mis espaldas mis amigos se reían
y apostaban hasta cuanto duraría.
Yo sabía que la envidia no es buena consejera
y que el amor se ve distinto desde afuera.

Que en el fondo me quería y me adoraba
y por eso yo al final la perdonaba
cuando desaparecía sin decir nada
y aparecía al otro día totalmente colocada.

Y el que tenga un amor que lo cuide
y que mantenga la ilusión
porque la vida es un baile de ilusiones
y el que no baila está muerto.

Y el que tenga un amor que lo cuide
y que mantenga la ilusión
por que la vida es un sueño
y los sueños sueños son.

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