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martes, 14 de noviembre de 2023

"HOMO VIATOR": Caminante no hay camino.

 

El "homo viator" es un tópico literario (es decir, una forma de enteder la vida muy habitual en la literatura) que muestra la existencia humana como un camino que el hombre debe recorrer.

Por lo tanto, entrarían dentro de este tópico todos los poemas en que el camino es un símbolo de vida, tanto en general como desarrollando cada una de sus partes. 

Quizá el ejemplo más claro, de nuevo, al igual que sucede con el tópico del "ubi sunt?" o del "vita flumen", lo podamos encontrar en Coplas a la muerte de mi padre, el inmortal poemario de Jorge Manrique. 


El homo viator ("hombre viajero", "hombre de paso por la tierra" o "peregrino", en latín) es un antiguo tópico literario, ya presente en la literatura pagana y cristiana, que contemplaba la vida desde el nacimiento hasta la muerte como un peligroso y accidentado viaje de aprendizaje que terminaba en la madurez.

Recordemos que, normalmente, las historias épicas narran las aventuras de un héroe a lo largo de un viaje iniciático que le sirve para mejorar como héroe y como persona. Es decir, el camino es un aprendizaje.

Como ya explicamos, los héroes épicos son el modelo a seguir por las distintas sociedades, es decir que millones de lectores (u oyentes) se van a sentir identificados con ese héroe y, por tanto, con ese viaje iniciático. Por tanto, les será fácil luego sentirse también identificados en los poemas o canciones que desarrollen el tema de camino como viaje, es decir, el tópico del "homo viator".

HOMERO: En la Odisea, uno de los clásicos griegos más conocidos, Ulises recorre un largo camino para llegar a su destino y recuperar a su mujer. 

VIRGILIO: En la Eneida, un personaje debe enfrentarse a un largo viaje para fundar una ciudad imperial tras una sangrienta batalla.

EL CID.


DON QUIJOTE DE LA MANCHA





Por su parte, la novela beat por excelencia, la célebre ON THE ROAD (EN EL CAMINO) no de Jack Kerouac deja de ser una plasmación alucinada de este mismo concepto.



Como puedes observar, el tópico del HOMO VIATOR guarda relación del popular subgénero cinematográfico de ROAD MOVIE (en el fondo, Don Quijote y Sancho protagonizan la primera road-movie de la historia, entre otras tantas innovaciones).



Como puedes observar, este tópico literario está presente no solo en poemas renacentistas, barrocos, modernistas o noventayochistas, sino también en canciones de pop del siglo XX y XXI





Aunque, eso sí, probablemente el mejor ejemplo lo encontramos en "Cantares", la inmortal canción de Joan Manuel Serrat basada en unos versos de Machado e incluida en su disco Homenaje a Antonio Machado (que ya analizamos en este blog).


Todo pasa y todo queda, 
pero lo nuestro es pasar, 
pasar haciendo caminos, 
caminos sobre la mar. 

Nunca perseguí la gloria, 
ni dejar en la memoria 
de los hombres mi canción; 
yo amo los mundos sutiles, 
ingrávidos y gentiles, 
como pompas de jabón. 

Me gusta verlos pintarse 
de sol y grana, volar 
bajo el cielo azul, temblar 
súbitamente y quebrarse. 

Nunca perseguí la gloria... 

Caminante, son tus huellas 
el camino y nada más; 
caminante, no hay camino, 
se hace camino al andar. 

Al andar se hace camino 
y al volver la vista atrás 
se ve la senda que nunca 
se ha de volver a pisar. 

Caminante no hay camino 
sino estelas en la mar... 

Hace algún tiempo en ese lugar 
donde hoy los bosques se visten de espinos 
se oyó la voz de un poeta gritar: 
«Caminante no hay camino, 
se hace camino al andar...» 
golpe a golpe, verso a verso... 

Murió el poeta lejos del hogar. 
Le cubre el polvo de un país vecino. 
Al alejarse le vieron llorar. 
«Caminante no hay camino, 
se hace camino al andar...» 
golpe a golpe, verso a verso... 

Cuando el jilguero no puede cantar, 
cuando el poeta es un peregrino, 
cuando de nada nos sirve rezar. 
«Caminante no hay camino, 
se hace camino al andar...» 
golpe a golpe, verso a verso.

A veces un viaje está determinado por un concepto dirigido o determinista de la vida: el camino ya existe prefijado y no depende del homo viator, quien se limita a recorrer un camino ya construido por Dios o un demiurgo. Es el caso de la Divina Commedia de Dante Alighieri, o de El señor de los anillos de Tolkien.


Si te interesa el tema, resulta fascinante el ensayo HOMO VIATOR: EL DESCUBRIMIENTO DEL MUNDO A TRAVÉS DE LOS VIAJES. Escrito por Pepe Pérez-Muelas y publicado en una magnífica edición por Siruela, resulta un compendio de literatura, filosofía y arte, con espacio para la sociología, la reflexión y la crónica de viajes:

Un viaje indeterminado, que borra sus propias huellas, en el que la libertad existe llena de opciones y en el que el camino se identifica con la propia conciencia, como en Antonio Machado: Caminante, son tus huellas / el camino y nada más; /caminante, no hay camino, / se hace camino al andar,​ o con la propia experiencia, como en "Ítaca" de Constantino Cavafis o en "Peregrino" de Luis Cernuda.

En la Edad Media son frecuentes los caminos identificados como peregrinaciones ascéticas de purificación, sobre todo cuando el mundo cristiano se moviliza en el siglo XII con las Cruzadas y las órdenes militares; lo excelente no es llegar a Jerusalén, sino llegar a uno mismo, a la paciencia y la humildad necesarias para alcanzar la otra vida.3​ En este viaje está presente la conciencia de fugacidad del tiempo (tempus fugit) y la endeblez del hombre como pecador (miseria hominis), tópicos con los que suele andar. En los más instruidos, incluso se divide la vía terrena del hombre en etapas del nacimiento a la muerte. Seis en Diego García de Campos, canciller de la corte castellana de Alfonso VIII; cuatro en Dante Alighieri; o, con menor rigor sistematizador, en Francesco Petrarca.

Shakespeare, por su parte, imagina no solo seis, sino siete, la última de decadencia: El mundo es un gran teatro, / y los hombres y mujeres son actores. / Todos hacen sus entradas y sus mutis / y diversos papeles en su vida. / Los actos, siete edades. Primero, la criatura, / hipando y vomitando en brazos de su ama. / Después, el chiquillo quejumbroso que, a desgano, / con cartera y radiante cara matinal, / cual caracol se arrastra hacia la escuela. / Después, el amante, suspirando como un horno / y componiendo baladas dolientes / a la ceja de su amada. Y el soldado, / con bigotes de felino y pasmosos juramentos, / celoso de su honra, vehemente y peleón, / buscando la burbuja de la fama / hasta en la boca del cañón. Y el juez, / que, con su oronda panza llena de capones, / ojos graves y barba recortada, / sabios aforismos y citas consabidas, / hace su papel. La sexta edad nos trae / al viejo enflaquecido en zapatillas, / lentes en las napias y bolsa al costado; / con calzas juveniles bien guardadas, anchísimas / para tan huesudas zancas; y su gran voz / varonil, que vuelve a sonar aniñada, / le pita y silba al hablar. La escena final / de tan singular y variada historia / es la segunda niñez y el olvido total, / sin dientes, sin ojos, sin gusto, sin nada (W. Shakespeare, Como gustéis, acto II, escena 8.ª)



Las cosas podían haber sucedido de cualquier otra manera y, sin embargo, sucedieron así. Daniel, el Mochuelo, desde el fondo de sus once años, lamentaba el curso de los acontecimientos, aunque lo acatara como una realidad inevitable y fatal. Después de todo, que su padre aspirara a hacer de él algo más que un quesero era un hecho que honraba a su padre. Pero por lo que a él afectaba…

Su padre entendía que esto era progresar; Daniel, el Mochuelo, no lo sabía exactamente. El que él estudiase el Bachillerato en la ciudad podía ser, a la larga, efectivamente, un progreso. Ramón, el hijo del boticario, estudiaba ya para abogado en la ciudad, y cuando les visitaba, durante las vacaciones, venía empingorotado como un pavo real y les miraba a todos por encima del hombro; incluso al salir de misa los domingos y fiestas de guardar, se permitía corregir las palabras que don José, el cura, que era un gran santo, pronunciara desde el púlpito. Si esto era progresar, el marcharse a la ciudad a iniciar el Bachillerato, constituía, sin duda, la base de este progreso.

Pero a Daniel, el Mochuelo, le bullían muchas dudas en la cabeza a este respecto. Él creía saber cuanto puede saber un hombre. Leía de corrido, escribía para entenderse y conocía y sabía aplicar las cuatro reglas. Bien mirado, pocas cosas más cabían en un cerebro normalmente desarrollado. No obstante, en la ciudad, los estudios de Bachillerato constaban, según decían, de siete años y, después, los estudios superiores, en la Universidad, de otros tantos años, por lo menos. ¿Podría existir algo en el mundo cuyo conocimiento exigiera catorce años de esfuerzo, tres más de los que ahora contaba Daniel? Seguramente, en la ciudad se pierde mucho el tiempo —pensaba el Mochuelo— y, a fin de cuentas, habrá quien, al cabo de catorce años de estudio, no acierte a distinguir un rendajo de un jilguero o una boñiga de un cagajón. La vida era así de rara, absurda y caprichosa. El caso era trabajar y afanarse en las cosas inútiles o poco prácticas.

Daniel, el Mochuelo, se revolvió en el lecho y los muelles de su camastro de hierro chirriaron desagradablemente. Que él recordase, era ésta la primera vez que no se dormía tan pronto caía en la cama. Pero esta noche tenía muchas cosas en qué pensar. Mañana, tal vez, no fuese ya tiempo. Por la mañana, a las nueve en punto, tomaría el rápido ascendente y se despediría del pueblo hasta las Navidades. Tres meses encerrado en un colegio. A Daniel, el Mochuelo, le pareció que le faltaba aire y respiró con ansia dos o tres veces. Presintió la escena de la partida y pensó que no sabría contener las lágrimas, por más que su amigo Roque, el Moñigo, le dijese que un hombre bien hombre no debe llorar aunque se le muera el padre. Y el Moñigo tampoco era cualquier cosa, aunque contase dos años más que él y aún no hubiera empezado el Bachillerato. Ni lo empezaría nunca, tampoco. Paco, el herrero, no aspiraba a que su hijo progresase; se conformaba con que fuera herrero como él y tuviese suficiente habilidad para someter el hierro a su capricho. ¡Ése sí que era un oficio bonito! Y para ser herrero no hacía falta estudiar catorce años, ni trece, ni doce, ni diez, ni nueve, ni ninguno. Y se podía ser un hombre membrudo y gigantesco, como lo era el padre del Moñigo.

Daniel, el Mochuelo, no se cansaba nunca de ver a Paco, el herrero, dominando el hierro en la fragua. Le embelesaban aquellos antebrazos gruesos como troncos de árboles, cubiertos de un vello espeso y rojizo, erizados de músculos y de nervios. Seguramente Paco, el herrero, levantaría la cómoda de su habitación con uno solo de sus imponentes brazos y sin resentirse. Y de su tórax, ¿qué? Con frecuencia el herrero trabajaba en camiseta y su pecho hercúleo subía y bajaba, al respirar, como si fuera el de un elefante herido. Esto era un hombre. Y no Ramón, el hijo del boticario, emperejilado y tieso y pálido como una muchacha mórbida y presumida. Si esto era progreso, él, decididamente, no quería progresar. Por su parte, se conformaba con tener una pareja de vacas, una pequeña quesería y el insignificante huerto de la trasera de su casa. No pedía más. Los días laborables fabricaría quesos, como su padre, y los domingos se entretendría con la escopeta, o se iría al río a pescar truchas o a echar una partida al corro de bolos.

La idea de la marcha desazonaba a Daniel, el Mochuelo. Por la grieta del suelo se filtraba la luz de la planta baja y el haz luminoso se posaba en el techo con una fijeza obsesiva. Habrían de pasar tres meses sin ver aquel hilo fosforescente y sin oír los movimientos quedos de su madre en las faenas domésticas; o los gruñidos ásperos y secos de su padre, siempre malhumorado; o sin respirar aquella atmósfera densa, que se adentraba ahora por la ventana abierta, hecha de aromas de heno recién segado y de resecas boñigas. Dios mío, ¡qué largos eran tres meses!

domingo, 31 de enero de 2021

MEMENTO MORI

"MEMENTO MORI" es un tópico literario (es decir, una forma de entender la vida o mirar el mundo muy habitual en los textos literarios) que consiste en expresar una especie de recordatorio de la llegada ineludible de la muerte. De hecho, podría traducirse como "recuerda que has de morir" o "recuerda que morirás". 

Este momento se puede encarar de formas muy diversas. Resulta curiosa la mezcla de serenidad y desafío que encontramos en el último disco publicado por el cantautor y poeta Leonard Cohen:


Quien tuvo más que presene el momento de su muerte fue David Bowie. Quien fuera una estrella en los 60, 70, 80 y 90 había decidido pasar a un retiro voluntario. Sólo salió de él para "despedirse" con dos discos, el segundo salió a la venta justo el día de su último cumpleaños y un día antes de fallecer.


En este vídeo encontrarás explicados sus símbolos e imágenes:

De forma más general, cotidiana y humorística, trata también la llegada de la muerte Luis Prado en su último videoclip:



Como sabes, en algunos países el tratamiento a la muerte no es tétrico, sino que se intenta encarar con humor (negro). Algo así encontrábamos en "Las danzas de la Muerte" de la literatura medieval y esa idea continúa muy presente en culturas como la mexicana (si has visto la magnífica película Coco, sabrás a qué me refiero). Es lo que encontramos en esta canción de Ariel Rot dedicada a "La Huesuda" (apelativo entre cariñoso y despectivo dirigido a la Muerte):


El "memento mori", igual que sucede con el resto de tópicos estudiados, ha estado presente desde la Antigüedad al momento presente, aunque con diferentes enfoques. Como prueba, veremos a continuación un poema de Catulo y una canción del grupo No Me Pises Que llevo Chanclas con cierta similitud:

POEMA III
Llorad Venus y Cupidos,
y cuantos hombres seáis sensibles a la belleza.
el gorrión de mi amiga ha muerto,
el gorrión, delicias de mi amiga,
al que amaba más que a sus ojos;
(,,,)
Ahora él va por un camino tenebroso,
al lugar de donde dicen que nadie vuelve.
Pero malditas seáis, malditas tinieblas
del Orco, que devoráis todo lo bello;
tan bello gorrión me habéis arrebatado.
¡Oh qué desgracia! ¡Oh pobrecillo gorrión!
Ahora, por tu causa, los ojitos de mi amiga
enrojecen hinchados por el llanto. (CATULO)

Como bien sabes, la muerte, al igual que el amor, la amistad o la crítica social, es uno de los asuntos más importantes en la vida y, por tanto, es uno de los temas de los más habituales en las obras literarias, que no dejan de ser reflejo de nuestro paso por la vida.
Así, vamos a ver un ejemplo del tópico "memento mori" en manifestaciones artísticas aparentemente tan lejanas como un romance de la lírica popular medieval y, a continuación, en la canción de un grupo punk:

ROMANCE DEL ENAMORADO Y LA MUERTE

Un sueño soñaba anoche,

soñito del alma mía,

soñaba con mis amores

que en mis brazos los tenía.

Vi entrar señora tan blanca

muy más que la nieve fría.

―¿Por dónde has entrado, amor?

¿Cómo has entrado, mi vida?

Las puertas están cerradas,

ventanas y celosías.

―No soy el amor, amante:

la Muerte que Dios te envía.

―¡Ay, Muerte tan rigurosa,

déjame vivir un día!

―Un día no puede ser,

una hora tienes de vida.

Muy de prisa se calzaba,

más de prisa se vestía;

ya se va para la calle,

en donde su amor vivía.

―¡Ábreme la puerta, blanca,

ábreme la puerta niña!

―¿Cómo te podré yo abrir

si la ocasión no es venida?

Mi padre no fue al palacio,

mi madre no está dormida.

―Si no me abres esta noche,

ya no me abrirás querida;

la Muerte me está buscando,

junto a ti vida sería.

―Vete bajo la ventana

donde labraba y cosía,

te echaré cordón de seda

para que subas arriba,

y si el cordón no alcanzare

mis trenzas añadiría.

La fina seda se rompe;

la Muerte que allí venía:

―Vamos, el enamorado,

que la hora ya está cumplida.

(ANÓNIMO)

O, en el otro extremo (la "alta cultura"), encontramos el tópico "Memento mori" en un soneto del principal representantes del culto culteranismo:


De la brevedad engañosa de la vida

Menos solicitó veloz saeta 

destinada señal que mordió aguda; 

agonal carro por la arena muda 

no coronó con más silencio meta


que presurosa corre, que secreta 

a su fin nuestra edad. A quien lo duda, 

fiera que sea de razón desnuda, 

cada Sol repetido es un cometa.


¿Confiésalo Cartago y tú lo ignoras? 

Peligro corres, Licio, si porfías 

en seguir sombras y abrazar engaños


Mal te perdonarán a ti los las horas, 

las horas que limando están los días, 

los días que royendo están los años

(Luis de Góngora y Argote)


Su archienemigo Francisco de Quevedo también parece sentir cerca la muerte al escribir uno de sus poemas más conocidos:


MIRÉ LOS MUROS DE LA PATRIA MÍA Miré los muros de la patria mía, si un tiempo fuertes ya desmoronados, de la carrera de la edad cansados, por quien caduca ya su valentía. Salíme al campo: vi que el sol bebía los arroyos del hielo desatados, y del monte quejosos los ganados, que con sombras hurtó su luz al día. Entré en mi casa: vi que amancillada de anciana habitación era despojos; mi báculo más corvo y menos fuerte; Vencida de la edad sentí mi espada. Y no hallé cosa en que poner los ojos que no fuese recuerdo de la muerte.


Incluso, encontramos referencias a este tópico en uno de los más célebres sonetos de amor:


Como has podido comprobar, el "memento mori" no tiene por qué ser el único tópico presente en un poema y puede aparecer junto a otros (normalmente, hace buena pareja con el "tempus fugit" o el "ubi sunt?" pero, buscando el contraste, puede también aparecer para resaltar el "carpe diem").

EPITAFIO FRENTE A UN ESPEJO
Dura ha de ser la vida para ti,
que a una extraña honradez sacrificaste tus creencias,
para ti, cuya única certidumbre es tu recuerdo
y por ello, tu más aciaga tumba.

Dura ha de ser la vida, cuando los años pasen
y destruyan al fin la ilusa patria de tu adolescencia,
cuando veas, igual que hoy, este fantasma
que tiempo atrás te consoló con su belleza.

Cuando el amor como un vestido ajado
no pueda proteger tu tristeza
y motivo de burla, de piedad o de asombro,
a los ojos más puros sólo sea.

Duro ha de ser para tu cuerpo ver morir el deseo,
la juventud, todo aquello que fuiste,
y buscar sin pasión tu reposo
en la sorda ternura de lo débil,
en la gris destrucción que alguna vez amaste.

«Es la ley de la vida», dicen viejos estériles,
«y nada sino Dios puede cambiarlo», repiten,
a la luz de la noche, lentas sombras inútiles.

Dura ha de ser la vida, tú que amaste el mundo,
que con una mirada o una suave caricia soñaste poseerlo,
cuando la absurda farsa que tú tanto conoces
no esté más adornada con lo efímero y bello.

Dura ha de ser la vida hasta el instante
en que veles tu memoria en este espejo:
tus labios fríos no tendrán ya refugio
y en tus manos vacías abrazarás la muerte.

De A través del tiempo (Juan Luis Panero)


miércoles, 12 de agosto de 2020

VITA FLUMEN






Luis Quiñones, en su fantástico ensayo LA OVEJA NEGRA QUE DEVORÓ EL MANUAL DE LITERATURA, escribe:
La metáfora del río, tan universal como certera, es una excelente amiga de los poetas de todos los tiempos. Las primeras alusiones al río como símbolo de vida nos las encontramos en la Biblia: "Los ríos van a dar todos a la mar y la mar no se llena" (Ecl. 1,7).
El tema de la vanidad en las Coplas de Manrique no es casualidad tampoco: "Vanidad de vanidades (...) todo es vanidad". 

En el Rimado de Palacio encontramos a Pero López de Ayala diciéndonos "nuestra vida corre como agua de río". (...). "Todo es ya pasado e corrió como un río" escribe Gómez Manrique. (...) Y el desgraciado personaje de Pleberio, de LA CELESTINA, dice: "corren los días como agua de río". (...)

Nuestro querido Antonio Machado escribía aquello de tomar nota de una rama verdecida en el tronco de un olmo carcomido y partido por un rayo junto al río Duero. Y se obstinaba en hacerlo antes de que la corriente se lo lleve, antes de que "el río hacia la mar te empuje". (...)

El genial Dámaso Alonso se hacía todas las preguntas posibles ante el paisaje norteamericano de Charles River, en Massachusetts: "Yo me senté en la orilla;/ quería preguntarte, preguntarme tu/ secreto;/ convencerme de que los ríos resbalan/ hacia un anhelo y viven;/ y que cada uno nace y muere distinto (lo mismo que a ti te llaman Carlos)". (...)

El poeta cubano, no demasiado conocido en España, José Ángel Buesa, tiene para mí una de las más bellas utilizaciones del río como material poético: 
"El río es un como un viaje para el sueño del hombre,/ el hombre es, como el río, un gran dolor/ en viaje", escribe en su "Poema del río" para referirse al viaje amoroso de la vida en que, concluye, "únicamente el río conoce tu secreto".
LA OVEJA NEGRA QUE DEVORÓ EL MANUAL DE LITERATURA.
Luis Quiñones (Bohodón Ediciones, 2021)



Caminante, son tus huellas
el camino, y nada más;
caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante, no hay camino,
sino estelas en la mar.


Pero quisiera acabar con un poema de Kavafis que, partiendo de la idea expuesta de la vida como viaje o como camino, pone todo el acento en el hecho mismo de vivir, no en el de llegar a nuestro objetivo. Y que remite además al máximo referente del homo viator, Ulises, y su Odisea. El poema, en la versión publicada en 1999 por Pedro Bádenas de la Peña, se titula Ítaca:

 
Cuando emprendas tu viaje a Ítaca
pide que el camino sea largo,
lleno de aventuras, lleno de experiencias.
No temas a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al colérico Poseidón,
seres tales jamás hallarás en tu camino,
si tu pensar es elevado, si selecta
es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo.
Ni a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al salvaje Poseidón encontrarás,
si no los llevas dentro de tu alma,
si no los yergue tu alma ante ti.

Pide que el camino sea largo.
Que muchas sean las mañanas de verano
en que llegues -¡con qué placer y alegría!-
a puertos nunca vistos antes.
Detente en los emporios de Fenicia
y hazte con hermosas mercancías,
nácar y coral, ámbar y ébano
y toda suerte de perfumes sensuales,
cuantos más abundantes perfumes sensuales puedas.
Ve a muchas ciudades egipcias
a aprender, a aprender de sus sabios.

Ten siempre a Ítaca en tu mente.
Llegar allí es tu destino.
Mas no apresures nunca el viaje.
Mejor que dure muchos años
y atracar, viejo ya, en la isla,
enriquecido de cuanto ganaste en el camino
sin aguantar a que Ítaca te enriquezca.

Ítaca te brindó tan hermoso viaje.
Sin ella no habrías emprendido el camino.
Pero no tiene ya nada que darte.

Aunque la halles pobre, Ítaca no te ha engañado.
Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia,
entenderás ya qué significan las Ítacas.      







lunes, 31 de julio de 2017

ANALOGÍA DE GLORIA FUERTES

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SOBRE EL AMOR (como siempre) LA ESCALERA

La vida es una escalera
a todos nos abandonan al nacer,
en un descansillo.
traemos incorporado nuestro destino,
somos libres para subir o bajar.
Vivir es ascender o descender.
Escogemos los amigos entre los que van a nuestro lado,
(nos vayan o no nos vayan).
A veces tropezamos en los frecuentes descansillos
con alguien que nos seduce o seducimos;
y nace la pareja,
y ya no estamos solos,
tenemos cuatro manos,
encajan las miradas.
El diálogo se inicia,
–la comedia o el drama–.
–yo subía, sube.
–yo bajaba, baje.
Lo erótico potente
se gasta y se desgasta.
el frívolo subía
el ético bajaba,
(una mala pasada),
y este tal desconcierto
no producía nada,
¡Ay, cuando te enamores
en la escalera larga,
observa en el amado
o descubre en la amada,
de dónde viene
o adónde iba
la huella de su pisada!

(En este enlace tienes más ejemplos de analogías)

martes, 18 de abril de 2017

Soneto sobre la belleza frágil y perecedera (Pedro de Espinosa)


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Con planta incierta y paso peregrino,
Lesbia, muerta la luz de tus centellas,
llegaste a la ciudad de las querellas,
sin dejar ni aun señal de tu camino.

Ya el día, primavera y sol divino,
de tus ojos, tu labio y trenzas bellas,
dieron al agua, al campo, a las estrellas,
luz clara, flores bellas, oro fino.

Ya de la edad tocaste tristemente
la meta, y pinta tu vitoria ingrata
con pálida color el tiempo airado.

Ya obscurece, da al viento, vuelve en plata,
de los ojos, del labio, de la frente,
el resplandor, las flores, el brocado.

-¿Cuál es el tema principal de este poema?
-¿Qué tópico literario desarrolla? ¿Lo hace de forma clásica o más bien de forma heterodoxa/poco ortodoxa? ¿Por qué?
¿Esta visión del mundo a qué otro tópico literario remite?
¿Te remite a algún poeta estudiado recientemente? ¿A qué movimiento literario se parece?

Más concretamente... ¿te recuerda a algún poema?