jueves, 27 de agosto de 2015

Cómo escribir un buen poema según Manuel del Barrio Donaire

Si tu madre te dice que lo que escribes no parece poesía, es que vas por buen camino. La poesía no es lo que enseñan en el instituto, ni en la universidad. Suena a poesía pero no es poesía. Ahora estamos con el bosón de Higs. No pretendas escribir poético. Di aquello que tengas que decir, átalo a cosas concretas, lo que ves, lo que oyes, lo que hueles, lo que tocas. Deja de fliparte con las oropéndolas. Habla claro. Escribe como si le hablaras a un amigo y llama a las cosas por su nombre. La poesía puede ser, como dice Nicanor Parra, unas sillas y unas mesas. No te pases con los adjetivos. No escribas para que sea bonito, escribe para que sea verdad. No hables de sentimientos, no expliques, actúa, verbaliza, nombra, no describas las cosas que sientes. No digas en una frase lo que puede decirse en una palabra. No digas en una palabra lo que puede sugerirse en un espacio. Si tu madre se escandaliza al leerlo y piensa que estás mal de la cabeza, es que vas por buen camino. Estudia métrica. Practica. Escribe sonetos, lee a Garcilaso, lee a Rubén Darío: yo soy aquel que ayer no más decía. Debes saber medir. Debes escribir endecasílabos, alejandrinos, eneasílabos, heptasílabos... el verso azul y la canción profana. Dedica un año de tu vida a los sonetos. Una vez hayas aprendido bien las reglas, pásatelas por el forro. El verso medido ya no se lleva, pero el ritmo sí. La poesía tiene su música interna, su ritmo. El ritmo aparecerá en el poema instintivamente cuando sea necesario. Te saldrá solo. Sonará bien. No pienses en los recursos estilísticos, escribe lo que se te antoje. Siempre habrá alguien que le ponga nombre luego. Otros hablarán de tus influencias, de tus lecturas, de lo que se supone que quisiste decir. Ríete un poco. No imites a los clásicos. Los clásicos están bien para aprobar exámenes, para ejercitar la métrica, pero no para imitarlos. Lee poesía actual, sé desconfiado. Ahora, como antes, casi nadie escribe bien. Hazte análisis periódicos. El poema también entra por los ojos. Hay que ser visual y sorprender. Utiliza las metáforas. Lo inesperado es vital. El aburrimiento mata. La línea recta está muy bien pero hacen falta curvas, saltos, caídas. Hay que sugerir más que explicar, hay que alternar una cosa con la otra, un poco de misterio, una sombra que pasa, algo que se mueve solo. Justifica el texto a la izquierda, no seas hortera. Apaga el móvil. Apaga el router. Atranca la puerta. Dile a tus amigos que te olviden. Tienes que aprender a ser grosero. El comienzo de un poema es como pedirle salir a alguien, no puedes andarte por las ramas, si te enrollas mucho aburres, te quedas sin cine, sin cena, te quedas sin echar un polvo. Lo primero que escribas debe tener fuerza. Es como tener buen culo o estar cachas. El poema, al principio, entra sólo por los ojos. Los últimos versos son tan importantes (o más) que los primeros. Es como ese beso en el portal de casa después de la primera cita. No hay nada peor que irse con un mal sabor de boca. Da igual si lo que ha ocurrido antes ha sido genial. El cierre es como ese foco que ilumina las iglesias desde abajo. La base sobre la que se construye una buena relación. Si el poema no cierra bien, nadie te responderá los putos wasaps. Para escribir hay que vivir. Vive. No pienses. Pisa a fondo. Para escribir también hay que dejar la vida a un lado, trepar a un árbol y mirar el mundo desde ahí. Es bueno echar la siesta, pararse a escuchar una conversación, prestar toda nuestra atención al sonido del agua fría sobre los platos, exprimir al 100% esta poca cosa que tenemos. La vida se vive sin pensar. El poema se escribe sin pensar. Escribir es tirarse de cabeza a la piscina. Te tiras desde lo más alto, gritas, saltas, te diviertes. El pensamiento no es parte del juego, el análisis, la reflexión, todo eso está prohibido, con eso no te diviertes, con eso se evalúan los daños, con eso nos sacamos el carnet de conducir, con eso cocemos las verduras. El 80% de la poesía se escribe con el estómago, por eso los grandes poemas te golpean duro el hígado. Sólo se golpea duro si se escribe desde la víscera, no desde la cabeza. Escribir desde la cabeza se hace luego, afilar el acero, pulir, sacarle punta al palo que es nuestra lanza de primate viene después. Sin juego, no hay literatura. Sin pasárselo bien, no hay poesía. No pasa nada si no sabes lo que estás escribiendo. Escribe sobre lo que sea durante varios días. Deja que vengan las ideas, escribe y repite, da vueltas en círculo, profundiza. Pelar el plátano, quitar las capas que separan la cáscara de la pulpa. Sólo a fuerza de escribir somos capaces de llegar a la verdad. Después de escribir hay que buscar el poema. Buscar qué parte de todo lo escrito es poesía. Es el momento de sacar la escoba. Nos lo hemos pasado bien, ha sido una fiesta cojonuda. Hace falta mucha práctica. No quieras ser original. No escribas sobre lo importante en general, sino sobre lo importante para ti. Procurar ser realmente tú aquí y ahora. ¿De verdad sabes quién eres? Puedes robar sin problemas de otros escritores siempre que el producto resultante sea mejor que lo anterior. Si es mejor, es influencia. Si es peor, es plagio. No te líes con los amaneceres ni el canto de los pájaros. Vive la ciudad. Vete de compras.

(Fragmento de su primera novela, de próxima aparición)