lunes, 4 de abril de 2016

Hipérboles o exageraciones



La hipérbole es un recurso literario que consiste en exagerar la realidad para expresar sentimientos, como parodia o, sencillamente, para captar la atención del lector/oyente. 

Es muy habitual en la vida cotidiana y te sonarán expresiones como las que vienen a continuación:

-Te lo he dicho miles de veces
-Si se enteran mis padres, me matan
-Te voy a partir la cara/ Te voy a dar hasta en el carnet de identidad
-Me parto de risa
-Eso está donde Cristó perdió el mechero
-Eso es de cuando Franco era corneta...

Un ejemplo sería este poema de Carlos Edmundo de Ory (autor de marcado gusto por el humor) en el que, como verás, además utiliza otros recursos literarios como la personificación, la metáfora, la paradoja o la anáfora):

Hipérbole del amoroso
Te amo tanto que duermo con los ojos abiertos.
Te amo tanto que hablo con los árboles.
Te amo tanto que como ruiseñores.
Te amo tanto que lloro joyas de oro.
Te amo tanto que mi alma tiene trenzas.
Te amo tanto que me olvido del mar.
Te amo tanto que las arañas me sonríen.
Te amo tanto que soy una jirafa.
Te amo tanto que a Dios telefoneo.
Te amo tanto que acabo de nacer.

Carlos Edmundo de Ory
(Poemas, 1969)

Posiblemente una de las hipérboles poéticas más famosas es la caricaturesca descripción que hace Francisco de Quevedo de su rival póetico Luis de Góngora:
Érase un hombre a una nariz pegado,
érase una nariz superlativa,
érase una alquitara medio viva ,
érase un peje espada muy barbado.

Era un reloj de sol mal encarado,
érase un elefante boca arriba,
érase una nariz sayón y escriba ,
era Ovidio Nasón más narizado.

Érase el espolón de una galera,
érase una pirámide de Egipto,
las doce Tribus de narices era.

Érase un naricísimo infinito,
frisón archinariz, caratulera 
sabañón garrafal, morado y frito.
También encontramos este recurso en numerosas canciones, como esta de Maná:

O el uso del mismo recurso en una canción, bastante mejor, aunque sea en inglés:



En esta entrada del blog ya establecíamos una relación entre una de las rimas de Bécquer y una canción del grupo de rock Los Suaves. 

En otro estilo musical, el grupo de pop Astrud también tienen tendencia a irónicas hipérboles, como las que se pueden ver en esta canción: "Hay un hombre en España".

Una idea parecida sigue esta otra de Sergio Makaroff, "La culpa es mía".

Por supuesto, también son hipérboles las típicas "fantasmadas" ("fantasma" con este significado es, lógicamente, una metáfora) de amigos, familiares (especialmente cuñados) o de personajes públicos, como el mítico George Best:


O en este artículo del soberbio columnista (pero personaje con tendencia a la exageración) Manuel Jabois:
Resaca
El sábado me sorprendí saliendo de un after a una hora tan escandalosa que me bastó ver la altura del sol para venirme abajo: al llegar corriendo a casa me precipité por la puerta como quien se tira de un coche en marcha. Una vez allí, y tras dormir unas horas, empecé mi dolorosa liturgia. Vacío los bolsillos visiblemente alterado, pues siempre aparecen monedas tan pequeñas que yo creía ya extinguidas y papeles arrugados con números de teléfono descabellados. En el baño aprovecho la meada para calibrar, por el intenso olor y el color encarnado del violento chorro, los días que me quedan para volver a ser un hombre nuevo del que mane sangre limpia. Luego me ducho durante horas larguísimas, prácticamente una tarde entera. Al hacerlo, me froto rabioso con un estropajo tratando de sacarme la sordidez de los antros infames y la chusma de la que gusto rodearme: dedico horas a los huecos de los dedos de los pies, que es donde creo yo que se empozoña todo; hay días que lleno la bañera y me zambullo dentro, ahogado por la culpa, y lloro a gritos. Salgo de la purga tambaleándome, y con la toalla atada a la cintura recojo el montón de ropa con la que salí esa noche, voy al patio y allí le prendo fuego mientras profiero exclamaciones en latín invocando a Satán. Una vez hecho esto, suelo meterme en cama con un libro muy gordo, y antes de emprender la lectura abro los ojos con el fanatismo de un converso y digo, convencido hasta la histeria, una frase memorable: “Nunca máis”.

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