“Nació
con el don de la risa y la intuición de que el mundo estaba loco. Y ese fue
todo su patrimonio”.
Scaramouche, Rafael Sabatini.
“Si soy yo el
héroe de mi propia vida o si otro cualquiera me reemplazará, lo dirán estas
páginas. Para dar comienzo a mi historia desde el principio, diré que nací
(según me han dicho y yo lo creo) un viernes a las doce en punto de la noche.
Y, cosa curiosa, el reloj empezó a sonar y yo a gritar simultáneamente.
Teniendo en
cuenta el día y la hora de nacimiento, la enfermera y algunas comadronas del
barrio (que tenían puesto un interés vital en mí varios meses antes de que
pudiéramos conocernos personalmente) declararon: primero, que estaba
predestinado a ser desgraciado en esta vida, y segundo, que gozaría del
privilegio de ver fantasmas y espíritus. Según ellas, estos dones eran
inevitablemente otorgados a todo niño (de un sexo o de otro) que tuviera la
desgracia de nacer en viernes y a medianoche”.
David Copperfield, Charles Dickens
“Si
de verdad les interesa lo que voy a contarles, lo primero que querrán saber es
dónde nací, cómo fue todo ese rollo de mi infancia, qué hacían mis padres antes
de tenerme a mí y demás puñetas estilo David Copperfield, pero no me apetece
contarles nada de eso”.
El
guardián entre el centeno, J.D.
Salinger.
“Muchos
años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía
había de recordar aquella tarde remota en que su padre le llevó a conocer el
hielo”.
Cien
años de soledad, Gabriel García
Márquez.
“Es
una verdad mundialmente reconocida que un hombre soltero, poseedor de una gran
fortuna, necesita una esposa”.
Orgullo
y prejuicio, Jane Austen.
“Al
despertar Gregorio Samsa una mañana, tras un sueño intranquilo, se encontró
sobre su cama convertido en un monstruoso insecto”.
La
metamorfosis, Franz Kafka.
“En
un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo
que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco
y galgo corredor”.
Don
Quijote de la Mancha, Miguel de
Cervantes.
Pues sepa vuestra
merced ante todas cosas que a mí llaman Lázaro de Tormes, hijo de Tomé González
y de Antona Pérez, naturales de Tejares, aldea de Salamanca. Mi nacimiento fue
dentro del río Tormes, por la cual causa tomé el sobrenombre, y fue desta
manera. (…) En este tiempo se hizo cierta armada contra moros, entre los cuales
fue mi padre, que a la sazón estaba desterrado por el desastre ya dicho, con
cargo de acemilero de un caballero que allá fue, y con su señor, como leal
criado, feneció su vida.
Mi viuda madre,
como sin marido y sin abrigo se viese, determinó arrimarse a los buenos por ser
uno dellos, y vínose a vivir a la ciudad, y alquiló una casilla, y metióse a
guisar de comer a ciertos estudiantes, y lavaba la ropa a ciertos mozos de
caballos del Comendador de la Magdalena, de manera que fue frecuentando las
caballerizas.
El Lazarillo de Tormes. Anónimo
“Bastará
decir que soy Juan Pablo Castel, el pintor que mató a María Iribarne”.
El
túnel, Ernesto Sabato.
“Era el mejor de los tiempos,
era el peor de los tiempos, la edad de la sabiduría, y también de la locura; la
época de las creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las
tinieblas; la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación. Todo
lo poseíamos, pero no teníamos nada; caminábamos en derechura al cielo y nos
extraviábamos por el camino opuesto. En una palabra, aquella época era tan
parecida a la actual, que nuestras más notables autoridades insisten en que,
tanto en lo que se refiere al bien como al mal, sólo es aceptable la
comparación en grado superlativo”.
Historia
de dos ciudades, Charles Dickens
“El
día que lo iban a matar, Santiago Nasar se levantó a las 5.30 de la mañana
para esperar el buque en que llegaba el obispo”.
Crónica
de una muerte anunciada, Gabriel
García Márquez.
Tyler me consigue
un trabajo de camarero, después me mete una pistola en la boca y me dice que
para alcanzar la vida eterna primero tienes que morirte. Sin embargo, durante
mucho tiempo Tyler y yo fuimos muy buenos amigos. La gente siempre me pregunta
si conocía bien a Tyler Durden.
El cañón de la
pistola me oprime el fondo de la garganta, y Tyler dice:
—En realidad, no
moriremos.
Descubro con la
lengua los agujeros del silenciador que taladramos en el cañón de la pistola.
La mayor parte del ruido que hace un disparo se debe a la expansión de los
gases y al pequeño estallido sónico que provoca la bala al salir tan rápida.
Para fabricar un silenciador hay que taladrar agujeros, un montón de agujeros,
en el cañón del arma. “De esta forma se logra una descompresión que hace que la
velocidad de la bala sea menor que la del sonido. Si taladras mal los agujeros,
la pistola te volará la mano.
—En realidad,
esto no es la muerte —dice Tyler—. Seremos una leyenda; no envejeceremos.
Desplazo el cañón
con la lengua hacia la mejilla y digo:
—Tyler, estás
pensando en vampiros.
El edificio donde
nos encontramos dejará de existir en diez minutos. Coge un concentrado con un
noventa y ocho por ciento de ácido nítrico gaseoso y añádele el triple de ácido
sulfúrico. Prepáralo en una bañera con agua helada. Luego, échale glicerina con
un cuentagotas. Ya tienes nitroglicerina.
Lo sé porque Tyler lo sabe”.
El club de la lucha. Chuck Palahniuk.
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