viernes, 31 de octubre de 2025

115 CUMPLEAÑOS DE MIGUEL HERNÁNDEZ

 




Me llamo barro aunque Miguel me llame.
Barro es mi profesión y mi destino
que mancha con su lengua cuanto lame.

Soy un triste instrumento del camino.
Soy una lengua dulcemente infame
a los pies que idolatro desplegada.

Como un nocturno buey de agua y barbecho
que quiere ser criatura idolatrada,
embisto a tus zapatos y a sus alrededores,
y hecho de alfombras y de besos hecho
tu talón que me injuria beso y siembro de flores.

Coloco relicarios de mi especie
a tu talón mordiente, a tu pisada,
y siempre a tu pisada me adelanto
para que tu impasible pie desprecie
todo el amor que hacia tu pie levanto.

Más mojado que el rostro de mi llanto,
cuando el vidrio lanar del hielo bala,
cuando el invierno tu ventana cierra
bajo a tus pies un gavilán de ala,
de ala manchada y corazón de tierra.
Bajo a tus pies un ramo derretido
de humilde miel pataleada y sola,
un despreciado corazón caído
en forma de alga y en figura de ola.

Barro en vano me invisto de amapola,
barro en vano vertiendo voy mis brazos,
barro en vano te muerdo los talones,
dándote a malheridos aletazos
sapos como convulsos corazones.

Apenas si me pisas, si me pones
la imagen de tu huella sobre encima,
se despedaza y rompe la armadura
de arrope bipartido que me ciñe la boca
en carne viva y pura,
pidiéndote a pedazos que la oprima
siempre tu pie de liebre libre y loca.

Su taciturna nata se arracima,
los sollozos agitan su arboleda
de lana cerebral bajo tu paso.
Y pasas, y se queda
incendiando su cera de invierno ante el ocaso,
mártir, alhaja y pasto de la rueda.

Harto de someterse a los puñales
circulantes del carro y la pezuña,
teme del barro un parto de animales
de corrosiva piel y vengativa uña.

Teme que el barro crezca en un momento,
teme que crezca y suba y cubra tierna,
tierna y celosamente
tu tobillo de junco, mi tormento,
teme que inunde el nardo de tu pierna
y crezca más y ascienda hasta tu frente.

Teme que se levante huracanado
del blando territorio del invierno
y estalle y truene y caiga diluviado
sobre tu sangre duramente tierno.

Teme un asalto de ofendida espuma
y teme un amoroso cataclismo.

Antes que la sequía lo consuma
el barro ha de volverte de lo mismo.


Vientos del pueblo me llevan,
vientos del pueblo me arrastran,
me esparcen el corazón
y me aventan la garganta.

Los bueyes doblan la frente,
impotentemente mansa,
delante de los castigos:
los leones la levantan
y al mismo tiempo castigan
con su clamorosa zarpa.

No soy un de pueblo de bueyes,
que soy de un pueblo que embargan
yacimientos de leones,
desfiladeros de águilas
y cordilleras de toros
con el orgullo en el asta.
Nunca medraron los bueyes
en los páramos de España.

¿Quién habló de echar un yugo
sobre el cuello de esta raza?
¿Quién ha puesto al huracán
jamás ni yugos ni trabas,
ni quién al rayo detuvo
prisionero en una jaula?

Asturianos de braveza,
vascos de piedra blindada,
valencianos de alegría
y castellanos de alma,
labrados como la tierra
y airosos como las alas;
andaluces de relámpagos,
nacidos entre guitarras
y forjados en los yunques
torrenciales de las lágrimas;
extremeños de centeno,
gallegos de lluvia y calma,
catalanes de firmeza,
aragoneses de casta,
murcianos de dinamita
frutalmente propagada,
leoneses, navarros, dueños
del hambre, el sudor y el hacha,
reyes de la minería,
señores de la labranza,
hombres que entre las raíces,
como raíces gallardas,
vais de la vida a la muerte,
vais de la nada a la nada:
yugos os quieren poner
gentes de la hierba mala,
yugos que habéis de dejar
rotos sobre sus espaldas.

Crepúsculo de los bueyes
está despuntando el alba.

Los bueyes mueren vestidos
de humildad y olor de cuadra;
las águilas, los leones
y los toros de arrogancia,
y detrás de ellos, el cielo
ni se enturbia ni se acaba.
La agonía de los bueyes
tiene pequeña la cara,
la del animal varón
toda la creación agranda.

Si me muero, que me muera
con la cabeza muy alta.
Muerto y veinte veces muerto,
la boca contra la grama,
tendré apretados los dientes
y decidida la barba.

Cantando espero a la muerte,
que hay ruiseñores que cantan
encima de los fusiles
y en medio de las batallas.




COMO EL TORO
Como el toro he nacido para el luto
y el dolor, como el toro estoy marcado
por un hierro infernal en el costado
y por varón en la ingle con un fruto.

Como el toro lo encuentra diminuto
todo mi corazón desmesurado,
y del rostro del beso enamorado,
como el toro a tu amor se lo disputo.

Como el toro me crezco en el castigo,
la lengua en corazón tengo bañada
y llevo al cuello un vendaval sonoro.

Como el toro te sigo y te persigo,
y dejas mi deseo en una espada,
como el toro burlado, como el toro.

martes, 28 de octubre de 2025

Rosalía, Simon Critchley y el misticismo



 

MADRE MÍA, ROSALÍA, BÁJALE 

Escribo esta columna llena de contradicciones. Llevo una semana intentando tener una opinión crítica sobre Rosalía a raíz del lanzamiento de su nuevo disco, Lux, y de su polémica presentación cortando Callao. También llevo una semana intentando no hablar del tema, pero Rosalía ha conseguido aparecérseme en cada marquesina de cada calle que piso, en cada reel de Instagram que me salta, en cada columna que leo, en cada conversación que inicio. De hecho, esta mañana se me ha aparecido en el té y en la pared del baño.

Cuando termine de escribir esta columna, habrá sacado su primer single, Berghain, y seré una de las 25.000 personas que estén esperando para verlo. Rosalía ha vampirizado mi atención. Y es muy posible que también la tuya.
Cuenta Julia Bell en su brillante ensayo Atención radical (Alpha Decay, 2021) cómo, en la era de la tecnología portátil y la conexión ininterrumpida a internet, entregamos nuestra atención sin atender al precio que estamos pagando por ello. La entregamos a cambio de entretenimiento y de recompensas, mientras que el mercado la transforma en un bien muy cotizado. Así actúa la máquina capitalista. Y así ha actuado el equipo de marketing de Rosalía. Durante este último mes, a cambio de la atención y de los likes de sus seguidores, Rosalía iba entregando pequeñas recompensas que han dado la sensación de estar participando en algo comunitario. Pero ese algo era un producto que ya estaba muy bien envuelto para venderse. ¿Es Rosalía una artista de millones o es una empresaria de nuestra atención? Las dos cosas. Yo admiro profundamente a la Rosalía artista y, a la vez, rechazo a la Rosalía empresaria, que utiliza este culto a sí misma para dirigir la atención a su producto.
Miro con terror la foto con los miles de fans en la plaza de Callao, con los teléfonos en alto, fotografiando la portada donde aparece ataviada con un hábito blanco. Podría ser una escena de Black Mirror o de El cuento de la criada, pero ya es el último acontecimiento cultural del año.
También reproduzco en el final de esta columna el vídeo de Berghain y me quedo hipnotizada con lo que ocurre. Cuerdas, Björk, Rosalía cantando como una soprano, referencias a Blancanieves y al mítico club techno de Berlín.

Volver tres años después de su último disco para hacer esto, en la era de la atención limitada, en la era de los amores líquidos y de las aficiones líquidas está entre el milagro y la brutal campaña de marketing. Sea lo que sea, asisto maravillada y contrariada a este renacer.
IRENE CUEVAS. 27/10/2025. EL MUNDO.



NIETZSCHE HA MUERTO 
En primero de carrera, uno de mis primos hizo una plantilla de un Cristo que, en lugar del Sagrado Corazón, tenía una esvástica en el pecho. Ni él ni yo éramos cristofascistas sino chavales de izquierdas, ateos y anticlericales de cuarta generación. Ni me puse nunca la camiseta que hice con la plantilla ni me planteé qué significaba aquel dibujo. Me gustaba porque era escandaloso, porque podía estar en ARCO o en una exposición temporal del Reina Sofía, porque la subversión era, para mí, un fin en sí mismo. Consciente o inconscientemente, lo que había en esa plantilla era la esencia del nihilismo: burlarse del bien y del mal sin comprenderlos. Negarlos y dejar paso a la nada.

No sé qué hice con la camiseta, pero he vuelto a recordarla con motivo del lanzamiento del disco de Rosalía. Desde que sacó el aperitivo —una imagen del vinilo, con frase de Simone Weil incluida, y el primer videoclip, lleno de iconografía religiosa—, los periódicos se han llenado de piezas analizando el resurgir de la iconografía y las referencias cristianas, algo que parece una anomalía. Pero lo verdaderamente anómalo, algo insólito en todo tiempo y lugar, es una cultura popular en la que lo religioso ha desaparecido o se ha convertido en algo contra lo que crear, en algo que hay que subvertir o ignorar. No es una novedad en Rosalía ni en otros artistas contemporáneos echar mano de imaginería o conceptos religiosos, pero sí que lo es despojarlos de cualquier elemento subversivo o irónico, grande o pequeño: la novedad es pasar del nazareno patinando en un skatepark en Malamente o de “lo segundo es chingarte / lo primero Dios” al Sagrado Corazón de Jesús y la representación del Espíritu Santo. Así tal cual, sin necesidad de subvertir nada, ni de parapetarse en la ironía, ética o estética, para no ser acusado de casposo. En algún momento se tenían que acabar los ochenta.

Hay quienes ven en este interés por lo religioso una cuestión generacional, y puede que tengan razón, aunque no del todo: recordemos que el último libro de Javier Cercas es muchas cosas, entre ellas un acercamiento desprejuiciado a la realidad eclesiástica firmado por un ateo anticlerical. O que el último Princesa de Asturias de Humanidades lo recibió un católico coreano de la edad de Cercas.

Pero es cierto que, como Alauda Ruiz de Azúa, directora de Los domingos, la historia de una adolescente que quiere hacerse monja, o Aixa de la Cruz, autora de Todo empieza con la sangre, que explora la conversión, Rosalía pertenece a una generación que no ha crecido con un crucifijo sobre la pizarra. Una generación que ha convivido en el aula con compañeros musulmanes o evangélicos que vivían su fe sin remilgos. Una generación que no ha sufrido los estragos de la religiosidad mal entendida del franquismo sino unos mucho más sutiles: los del laicismo estúpido, ese que no considera una pérdida que los alumnos no sepan interpretar los cuadros del Museo del Prado o que quiere, en un quiebro orwelliano, imponerle a las alumnas musulmanas ir a clase sin velo por considerar que ir velada es una imposición.

El progresismo liberal, la ideología hegemónica de nuestro tiempo a izquierda y derecha, ha creído durante años estar mandando al traste todo lo anterior y fundando a la vez lo definitivo. Pero la realidad se está ocupando de desmontar esta contradicción tierna e infantil: si mandas al garete lo construido por tus abuelos, ¿por qué tus nietos no iban a cuestionar siquiera lo que has levantado tú? En este caso, en lo que se refiere a Dios, la realidad también se está imponiendo: es del frío de donde surge la necesidad de una lumbre. Si hasta Él murió, ¿cómo no iba a morir Nietzsche?
ANA IRIS SIMÓN. 01/11/2025. EL PAÍS

 

ROSALÍA: CUANDO ESTO ACABE
Hay algo impresionante en la carrera feliz de Rosalía por la Gran Vía de Madrid perseguida por cientos de personas. En cuestión de fama, después de eso no hay nada: puede igualarse, y sólo superarse, si cambiamos Madrid por Nueva York. ¿Cómo se baja alguien de ahí, de qué manera puede ayudarse en los demás para usar la escalera o el ascensor? Entre la primera persona que la reconoció y la primera carrera con sus fans detrás, Rosalía firmó varios discos que la han convertido en una de las artistas más influyentes del siglo XXI. La fama, en su caso, es una consecuencia lógica y atemporal: no comenta partidas de videojuegos. Tan interesante será ver envejecer a Rosalía como ver envejecer a la muchedumbre que corre junto a ella, su inmenso poder simbólico. Por eso, el viaje alucinado tiene que ver con el regreso épico a donde uno no suele regresar sin heridas: la vida casi normal, el peldaño entre la superestrella y la estrella. El vértigo —dentro de muchos años, cuando la fiebre acabe, que no la fama— de cruzar la calle más popular de Madrid y que te paren, educadamente, unas cuantas personas. No la caída ni el olvido sino la paz: el adiós a la locura. Durante años, la identidad de una artista de ese calibre está sostenida por una relación de reciprocidad con el mundo: el deseo del público, la visibilidad diaria, la sensación de que todo lo que haces importa, de que cada gesto tuyo genera consecuencias. Pregunto a la IA sobre la fama y me ofrece esta delicada observación: es un sistema nervioso externo. O sea: el mundo te devuelve un eco que confirma tu existencia. Los más listos consiguen desplazar el deseo de ser vistos hacia el deseo de comprender, o de acompañar, a otros. Los menos listos quedan suspendidos en una especie de eco perpetuo, buscando la intensidad perdida en cada proyecto nuevo, cada relación, cada señal fastuosa de relevancia.
MANUEL JABOIS. 22/10/2025. EL PAÍS







 
MISTICISMO: LA EXPERIENCIA DEL ÉXTASIS

Érase una vez la peste. Ante el temor de enfermar y morir, la gente llevaba la vida de un ermitaño, distanciados los unos de los otros en las celdas de sus hogares, enmascarados para protegerse de una realidad contaminada, en absoluto confiable, y definida por la pestilencia, el dolor y el sufrimiento. De repente se dieron cuenta de que vivían en un mundo de contagio y de que incluso ellos mismos podían ser contagiosos. Siguieron una práctica que los antiguos llamaban «anacoresis», un retiro del mundo, un recogimiento en soledad. (...)

Algunos de ellos, los más pudientes, huyeron de las ciudades en busca de la aparente seguridad del campo. Los más humildes se quedaron donde estaban, esperando a que sucediese lo mejor, pero a la vez temiendo lo peor. Apartados de su obligatorio ir y venir diario y de su embrutecedora batería de distracciones para distraerse de la distracción, llegó a sus oídos el silencio, o algo muy similar al silencio, a veces acentuado por el canto de algún pajarillo. Quisieran ellos o no, todos se convirtieron en anacoretas. Se convirtieron en místicos involuntarios. (...)

Los sentimientos tan intensos y tan confusos que tenían parecían remitirlos a unas prácticas y creencias que consideraban desfasadas, supersticiosas, irracionales y, francamente, también vergonzosas. Fue como si en medio de aquella peste hubiese despertado algo arcaico, elemental, primigenio, muerto desde hacía mucho tiempo. Algunos comenzaron a preguntarse por la naturaleza de estos sentimientos arcaicos y por la manera en que podrían entender el misticismo que había revivido, como un fantasma al que nadie había invocado. (...)

¿Por qué el misticismo? Evelyn Underhill, fascinante figura un tanto olvidada que hizo mucho por popularizar el misticismo a comienzos del siglo xx, lo define como «la experiencia en su más intensa forma». (...)

El misticismo no es algo fundamentalmente teórico. No consiste en una simple creencia intelectual en la existencia de Dios como si fuera una especie de postulado metafísico que uno puede afirmar o rebatir. El misticismo es más bien existencial y práctico. Es –y esto puede servir a modo de definición improvisada– el fomento de unas prácticas que te permiten liberarte de tus típicas costumbres, tus habituales fantasías e imaginaciones y, una vez ahí, permanecer de un modo extático. Este es un libro sobre tratar de salir fuera de uno, de perderse, sin dejar de ser consciente de que el yo no es algo que se pueda abandonar por completo. Aunque siempre se puede intentar. Eso a lo que llamo «éxtasis» es una manera de sobrepasar el yo, de hallarse suspendido más allá de los confines de la propia cabeza, y la sensación de alegría, placer y júbilo que acompaña dicha experiencia. Es algo que tal vez conocíamos mejor en nuestra infancia, en especial en la experiencia del juego, pero a lo que hemos renunciado en nuestra adolescencia y en nuestra excesivamente larga adultescencia. La madurez es la renuncia al éxtasis. (...)

Aun así, hay áreas de la experiencia humana que sí nos permiten abrirnos paso más allá de ese yo pegajoso hacia algo mucho mayor, más vasto: algo cargado de efervescencia y tal vez de un gozo puro y desenfrenado ante el hecho de la vida y del mundo. Este abrirse paso hacia el exterior es justo lo que hace la religión en la mejor de sus versiones, es lo que puede generar en nosotros el arte en su vertiente más noble, la dirección en la que nos puede orientar la poesía; es también lo que puede suceder –si somos afortunados– en nuestra vida sexual y tal vez sea también lo que mueve el deseo de la embriaguez, del tipo que sea. (...)

Podemos ver esas experiencias como formas de abandono. Uno renuncia a todo deseo de control, de dominio sobre uno mismo y sobre los demás, y se somete libremente. En tales momentos –que son situaciones de una exposición y vulnerabilidad extraordinarias–, el yo se disuelve en un entorno más grande y más amplio, con más espacio para el ser. Ese abandono se produce de un modo particularmente poderoso en la experiencia de la música. El misticismo consiste en evocar esas experiencias y abrirnos a ellas, unas experiencias ilimitadas de viveza e intensidad. El misticismo es una manera de describir un éxtasis existencial que se halla fuera de los límites del yo consciente y que es más que este. Consiste en un dejamiento y un desapego, que podría suponer llevar una existencia desprendida, una apertura fluida, una soltura despejada, una límpida intensidad donde los conceptos de la mente y el mundo, del alma y de Dios se disuelven en algo absolutamente más extraño y, aun así, más simple: la experiencia de una libertad que no es dar libertad a nuestros deseos, sino liberarnos de nuestros deseos. (...)

El aliento es la forma original del «espíritu». El «Pienso, luego existo» de los filósofos se podría reformular más apropiadamente como «Respiro, y es lo que hay». La conciencia es una manera restringida e inútil, limitada y dualista de concebir lo que William James llama «la corriente de la vida», un flujo que engloba el aliento de nuestras ideas tanto como el vasto cosmos que nos envuelve con su respiración pausada. El misticismo consiste en la posibilidad de una vida extática. Durante los últimos dos siglos, con las obvias excepciones de gente como Nietzsche y, de manera más reciente, Georges Bataille, la filosofía ha conseguido vacunarse de un modo más o menos eficaz contra ese tipo de experiencias que hallamos en los místicos. Ha llegado el momento de reintroducir el virus. (...)

La realidad nos presiona desde todas las direcciones con una fuerza implacable, con una violencia que nos agota y nos deja sin energías, que desperdicia nuestra capacidad para creer y gozar. El mundo nos ensordece con su ruido, nos escuecen los ojos por la creciente incoherencia de la información, la desinformación y la presencia constante de la guerra. Todos sentimos, todos vivimos sumidos en la pobreza de la experiencia contemporánea. Son tiempos plomizos, pesados; tiempos de escasez. En consecuencia nos sentimos infelices, ansiosos, desdichados y aburridos.

¿Cómo puede uno decir que todo va a ir bien? Esa es la gran proposición de la protagonista de este libro, la mística medieval inglesa Juliana de Norwich (circa 1342-1416), a quien vamos a dedicar una buena cantidad de tiempo. ¿No es una locura? ¿Cómo va a ir todo bien en un valle de lágrimas? (...)

Para T. S. Eliot, escribir poesía es una insufrible lucha con las palabras y los sentidos donde las palabras no coinciden con los significados y los significados no terminan de estar a la altura de las palabras que pretenden expresarlos. Las palabras se te escapan, los sentidos se te escapan, pero el objetivo de esta poesía apunta hacia una quietud, un punto inmóvil en el mundo que gira y gira, una experiencia de encarnación donde se intersecan el tiempo y la atemporalidad. Este punto, que tan solo puede expresarse en los términos de la negación, la antítesis y la paradoja que Eliot toma prestada del misticismo, se encuentra fuera de las palabras y, por tanto, fuera de la poesía. Es un estado más cercano a la música, una música que es fuego, es vida y es danza. (...)

Un éxtasis sensato. Lo que yo intuyo –no es más que eso, una intuición– es que la música, la música común y corriente, la compartida, la cotidiana, sea elevada, de baja estofa o se encuentre en algún punto intermedio, en la mejor de sus expresiones es capaz de describir cómo nos sentimos y permitir que sintamos algo más. La música es capaz de concitar un sentimiento que puede ser de júbilo, pero también puede ser un temor, una tristeza o un anhelo soterrado, cosas más profundas que la cognición, los conceptos o la consciencia. Podemos considerar esto una participación de eso que Juliana llama «sustancia bondadosa», una empatía que va más allá de las palabras y que, quizá, sea su condición previa. La música –y este es su milagro, el motivo por el que sería un error vivir sin música, como insistía Nietzsche– puede conllevar esa emoción y retenernos por un instante. Y, tal y como escribe Eliot, somos la música mientras la música dure. (...)

Es posible que sea en la experiencia de la música cuando más cerca estemos de percibir un universo animado y de comunicarnos con él. Es imposible ser ateo cuando uno escucha la música que le embarga. (...)

Yo creo que merece la pena preguntarse por qué escribe uno. ¿Es simplemente por el deseo de una relativa notoriedad o por ascender un peldaño en la escalera del academicismo? No podemos descartar tales ambiciones por absurdas y narcisistas que sean. George Orwell tiene razón cuando afirma que «todos los autores son vanidosos, egoístas y vagos», y que «escribir un libro es una lucha horrible y agotadora», pero el deseo más básico de la escritura hay que buscarlo en otra parte. Escribir es aspirar a –e incluso anhelar– el misterio de un claro entre los árboles, un espacio despejado distinto del yo, la inmensa habitación de la experiencia vital, que es una estancia soleada pero sin ventanas. Escribir es tomar parte en la lucha por pasar desapercibido. El problema es que el ego no deja de estorbar. Buscamos un claro, pero conforme atravesamos este denso bosque de árboles y matorrales, no dejamos de engancharnos en las ramas, nos ensuciamos de tierra y nos vemos arrastrados de vuelta hacia el paisaje cada vez más oscuro de la duda, la duda de nosotros mismos que atormenta y persigue al escritor a cada paso que da. (...)

Hay una contradicción fundamental en cualquier acto de escritura –este es el núcleo del ensayo de Carson– que se pone de manifiesto en los textos místicos a través de su desempeño ejemplarizante: escribir es que un ego cuente qué es carecer de ego, alcanzar la unidad o la indistinción con Dios, una fusión cautivadora con el propio objeto, la completa desaparición de la voluntad individual en la materia del pensamiento. Escribir textos místicos (o quizá escribir bien, sin más) es –y solo puede ser– someterse, entregarse por completo al deseo de desaparecer del texto, extinguirse o aniquilarse a uno mismo. ¿Y cómo vamos a cuadrar el deseo de autoaniquilación del místico con la «brillante autoafirmación» de los escritos de Safo, Porete, Weil y Carson? La verdad es que no podemos. En palabras de Carson, «ser escritora es construir el núcleo de un ego grande, ruidoso y brillante». El misticismo no es una escritura automática, sea lo que sea eso, y no se puede reducir a la transcripción de una expresión supuestamente divina. (...)

Por muy ebrios que puedan parecer algunos textos místicos, esta escritura requiere de sobriedad. Y requiere también de estilización, estructuración, un profundo conocimiento del género y sus tradiciones y de la inmersión en una red de prácticas literarias y litúrgicas. Es más importante aún, como dice Carson, que «cualquier declaración de intenciones al respecto de aniquilar este yo sin dejar de escribir y de dar voz a lo escrito ha de involucrar al escritor en ciertos actos importantes de subterfugio o de contradicción». El ensayo de Carson –un ensayo de tres partes que en realidad son cuatro, sobre tres mujeres que resultan ser cuatro– es un admirable ejemplo de tal subterfugio. (...)

¿CUÁL ES EL RETO QUE EL AMOR LE PLANTEA AL YO? Esa es la puesta en escena a la hora de escribir, la de todas las formas de escribir a priori interesantes, al menos las que no se pueden reducir sin más a un amor por uno mismo. Y la mayor parte de la escritura, como la mayor parte del amor, es amor por uno mismo, que es justo lo que le resta todo el interés a lo escrito, y ese amor sin interés –o no amor, realmente– es una larga oda sobre uno mismo. Esta contradicción entre el completo «selfismo» y el intento de decrear el yo es la paradoja que habilita la escritura, en especial la mística, y por eso son necesarios esos subterfugios. Sin embargo, ¿no es también una paradoja inhabilitante? Como diría Flannery O’Connor, la sombra terrestre del yo nos impide ver la fina franja de la luna creciente, ¿no es así? Escuchemos lo que dice Carson al comienzo de Economía de lo que no se pierde, de 1999, una serie de conferencias en las que lleva a cabo una especie de lectura comparativa o, mejor dicho, de contrapunto de dos poetas de extremos opuestos de la historia que en apariencia no tienen nada en común: Simónides (556-467 a. C.) y Paul Celan (1920-1970). Hay que decir que es una maestra del contrapunto. He aquí el párrafo de apertura: Hay demasiado yo en mi escritura. ¿Conoces el término que utiliza Lukács para describir la estructura estética? Eine fensterlose Monade. Yo no quiero ser una mónada sin ventanas, mi educación y mis educadores se oponían rotundamente a la subjetividad. Me he esforzado desde el principio por adentrar mi pensamiento en el paisaje de la ciencia y de los hechos mientras otras personas se dedican a conversar en términos lógicos e intercambiar juicios, pero yo salgo ahí a ciegas. Pues bien, escribir requiere de un ir y venir a la carrera entre ese paisaje crepuscular donde se arroja la facticidad y una habitación sin ventanas despejada de todo cuanto no conozco. Lo que lleva tiempo es despejarla como un claro, y ese claro es un misterio. (...)

Uno escribe para desaparecer, evadirse, fundirse o convertirse en algo distinto. Como dice Clarice Lispector: «Yo escribo, y así me libro de mí misma y puedo descansar por fin» (el término «descansar» será importante cuando hablemos de Juliana). Por supuesto, este es el origen de mi interés por Anne Carson y la práctica mística: yo también, lo único que deseo es desaparecer por completo, aniquilarme, hallar el descanso, pero el yo continúa interponiéndose, como la sombra de la tierra que oculta la luna. Aquí corremos el riesgo de quedar atrapados en un retroceso infinito: Safo, Porete y Weil cuentan sobre otro, pretenden escribir de manera heterológica. Anne Carson escribe sobre ellas cuando escriben. Quiere eliminarse de la escritura, ser el cuarto miembro ausente de este tango a tres, pero no puede. Yo también estoy intentando escribir sobre Anne Carson, tengo la intención de quitarme de en medio y fracaso en mi intento. La escritura es una narración del yo, una narración que quiere quitar de en medio al yo pero no puede conseguir lo que desea. (...)

Esa podría ser, quizá, la dificultad de escribir sobre el amor. Estas tres mujeres, y Anne Carson también, al tratar de contarte sobre Dios, en realidad están tratando de contarte el amor. Ahora bien, en la medida en que lo hacen, el yo queda retenido, y ellas no aman realmente, es decir, que no se unen verdaderamente con Dios ni acceden a esa zona de indistinción con lo divino. Más bien, continúan actuando por amor a sí mismas al tiempo que afirman no amar al yo y amar únicamente a Dios. Lo doloroso de la dialéctica erótica de Dios y el yo queda más claro en la lectura que Carson hace de Margarita Porete, donde concluye que… su amor a Dios es en realidad un obstáculo para la lealtad a Dios, porque este afecto, como la mayoría de los sentimientos eróticos, es en gran medida un amor a uno mismo: hace de Margarita una esclava de Margarita en lugar de serlo de Dios. Dicho de otro modo, el amor a Dios de Margarita Porete en realidad obstruye su acercamiento a Él porque tal amor es un amor a sí misma, y el intento de aniquilación del yo termina colocando al yo de Porete en el centro de la escena. Escribir sobre el amor nos convierte en unos hipócritas, y todo aquel que se dedica a ello es un farsante que afirma quitarse de en medio mientras proclama ese núcleo de un ego grande, ruidoso y brillante. (...)

Lo que atrae a Carson de las tres mujeres analizadas en el ensayo «es que ellas sí saben lo que es el amor». Al inicio del ensayo, Carson pregunta en cursiva: «¿Cuál es el reto que el amor le plantea al yo?». La respuesta es que el amor reta al yo a abandonarse y dejarse atrás, a acceder a la pobreza. Y cuanto más contamos sobre yo, menos capaces somos de acceder a la pobreza y menos amamos. El amor es el deseo de amar y ser incapaz de hacerlo. Todavía nos sobra demasiado yo, estamos demasiado llenos de él. Entre los comentarios sobre la decreación en sus cuadernos, Simone Weil escribe: «Dios solo puede estar presente en la creación bajo la forma de la ausencia». Para acercarse a Dios, uno ha de apartarse de la creación y decrear el yo. Esto hace imposible contar la decreación, porque el hecho de contar implica al yo. Continúa Carson: «Esta escritora va a tener que invocar a un Dios que traiga su propia ausencia consigo, un Dios cuya Lejanía está más Cerca. Es un movimiento imposible que tan solo es posible por escrito». (...)
MISTICISMO.
SIMON CRITCHLEY, 2025

lunes, 27 de octubre de 2025

SANDRA, ¿NO TE OLVIDAMOS?

 

¿Vas a hacer huelga? ¿Por qué?
¿Qué tipo de texto es el cartel de convocatoria de la huelga?
¿Qué función del lenguaje predomina? ¿Por qué? 
¿Hay alguna otra que tenga importancia? Señálalas.

En teoría, si la haces y eres coherente, deberías estar de acuerdo con la convocatoria. Leámosla pues:
¿Qué tipo de texto, género y subgénero es la convocatoria de la huelga? 
¿Qué modalidad del lenguaje predomina? ¿Por qué?
¿Qué función del lenguaje predomina? ¿Por qué?

Señala los tipos de argumentos (y posibles falacias)

ESCRIBE UN TEXTO ARGUMENTATIVO EN EL QUE JUSTIFIQUES TU DECISIÓN:



LA BONDAD CONTAGIOSA

Todos conocemos la noticia: una niña en un colegio de Sevilla decide algo tan extremo como quitarse la vida. Nuestra mente vuelve entonces la mirada a aquel episodio infantil en el que por ser la nueva, torpe, tímida, formal o extravagante, envidiable, cualquier rasgo que de pronto despertó agresividad en una compañera, te viste rodeada de inquina y burla. Aún más escuece este asunto si dedicamos el pensamiento a la vida escolar de nuestros hijos, al sufrimiento que durante un tiempo fue secreto y que nos desvelaron cuando el peligro había cesado.
Lo curioso del escalofrío que nos provoca un suicidio como el de Sandra, la niña sevillana, es que siempre nos recordamos como víctimas y así pensamos de nuestros hijos, jamás como agresores. Pero este asunto es más complejo: deberíamos pensar que, de la misma forma que la adolescencia es gregaria y tendente a lo irracional, también presenta un grado de flexibilidad mental que permite a los profesionales y la comunidad escolar intervenir con medidas preventivas. ¿Se puede enseñar a no hacer daño? Al menos, deberíamos intentarlo..
Que a estas alturas en las que tenemos tanta información sobre las situaciones amenazantes que amargan la vida a un menor seamos incapaces de protegerlos cuando han tenido la valentía de pedir auxilio es imperdonable. En el suicidio de un menor interviene tanto el acoso como la omisión de auxilio; interviene la impulsividad del carácter de la víctima; el bajo nivel de resiliencia, que es algo de lo que hablan los psicólogos cuando se les quiere escuchar, y también, cómo no, el hecho terrible de que quien sufre acaba por creerse el discurso denigrante de los agresores. Para qué seguir viviendo si no merezco la pena.
Mientras antes se consideraba que los niños eran adultos por desarrollar, ahora creo que los adultos son niños que tratan desesperadamente de disimularlo. Si observamos el comportamiento de nuestro entorno laboral o de los protagonistas de la vida pública podríamos señalar a unos cuantos personajes que, carentes de empatía y sin cualidades dialécticas, suelen optar por agredir, sacar los dientes, burlarse, insultar, ofreciendo un espectáculo diario vergonzoso de chulos de colegio que se nos cuela por medios y redes y que tal vez aplaudan algunos padres delante de sus hijos.
¿No somos testigos a diario de esa violencia? Vemos que la bravuconada está en alza y que es aplaudida como un recurso legítimo para humillar al adversario; ¿por qué entonces pensamos que es algo extraordinario cuando los perpetradores son niños? Incluso al observar cómo algunos periodistas informan de hechos tan dramáticos como el suicidio de una niña podemos afirmar que no es su muerte lo que importa. Con músicas de fondo que alertan al espectador, ofrecen datos que deberían callarse, usan un tono estúpido y alarmista, colocan cámaras a las puertas del colegio, alientan la revancha, señalan culpables habiendo una investigación en curso, consiguen que quienes fueron agresoras se puedan convertir en agredidas; instan al público a convertirse en justiciero y a levantar el puño delante de los juzgados, a los niños a escribir mensajes amenazantes en los muros de un colegio, a perseguir a inocentes con uniforme. Haciendo caso omiso de las recomendaciones de fiscales y psicólogos, se convierten en una máquina de fabricar nuevas víctimas sin llegar jamás a profundizar de qué manera varias causas confluyeron para que una adolescente se sintiera tan desamparada.
La exigencia de responsabilidades es múltiple: hoy, los colegios deben enfrentarse tanto a lo académico como a lo emocional, perdiendo el miedo al desprestigio; los padres, han de educar a los hijos en la compasión, conteniendo este deseo casi patológico de formar a personas de éxito; la comunidad escolar ha de ver de qué manera se puede contrarrestar el efecto pernicioso de la crueldad imperante. Porque si la chulería es contagiosa, por qué no vamos a pensar lo mismo de la bondad. 
ELVIRA LINDO. 26/10/2025. EL PAÍS

1-Haz un resumen del texto. Recuerda que debe ser un texto objetivo (aquí no des tu opinión), escrito en tercera persona de forma clara, breve y directa.



2-Enuncia la tesis o idea principal mediante un SN con todos los CN que sean necesarios.




3-Añade otras ideas principales.




4-¿Qué modalidad textual predomina? ¿Por qué? Señala las características propias de esa modalidad textual.




5-¿Qué función del lenguaje predomina y por qué? ¿Hay alguna otra que tenga importancia?




6. ¿Se trata de un texto correcto, cohesionado y coherente? 
6.1. Identifique un campo semántico formado tres palabras (como mínimo) y su hiperónimo.  (0,5 p.) 




6.2. Identifica 2 catáforas y 2 anáforas, y explique qué tipo de cohesión establecen. (0,5 p.) 




6.3. Identifique un campo léxico-asociativo, especifique cuál es su término o idea clave e indique palabras (al menos 3) que lo conforman. (0,5 p.)




6.4 Identifica tres conectores e indique qué relación establecen dentro del texto. (0,5 p)



1.2.Redacte un texto argumentativo (introducción, argumentos/contraargumentos y conclusión) partiendo de la tesis o de las ideas relevantes del texto. (2 p.) [20-25 líneas]

sábado, 11 de octubre de 2025

ALBORES O EL ROSTRO SIN VELO DE LAS TROVADORAS: porque una mujer que escribe es una bomba atómica.












MUJERES TROVADORAS



LA COMTESSA DE DIA


DE ALEGRÍA Y JUVENTUD ME SACIO

De alegría y juventud me sacio

y alegría y juventud me sacian

porque mi amigo es el más alegre,

por lo que yo soy graciosa y alegre;

y ya que con él soy sincera,

bien pretendo que conmigo sea sincero,

que nunca de amarlo me abstengo,

ni tengo corazón para hacerlo.


Mucho me place, desde que sé que es el más valiente

aquel que más deseo que me posea,

y ruego a Dios que le dé felicidad

a aquel que primero lo trajo hacia mí;

y no crea a ninguno de los que le censuran,

salvo a quien le advierte

que se recibe a medida

de lo que se ha hecho.


Una dama que mire el buen valor,

bien debe poner su intención

en un caballero valiente y cortés

desde que conoce su valor;

y que ose amarle abiertamente:

porque de una dama que ama sin esconderse

los valerosos y los valientes

no dirán más que bien.


Yo he escogido un hombre valioso y cortés,

cuyo valor mejora y aumenta,

generoso, recto y prudente,

que tiene juicio y sensatez.


Le ruego que me crea,

y que nadie pueda hacerle creer

que yo he cometido jamás falta hacia él;

y no encuentro en él ningún defecto.


Amigo, vuestro valor

los valientes y los valerosos conocen,

por eso yo os suplico darme,

si os agrada, vuestra protección.


A CANTAR VOY DE LO QUE NO QUISIERA

Ahora deberé cantar de lo que no querría,

tanto me lamento del que soy amiga,

pues le amo más que a cualquier cosa en el mundo;

pero no valen ante él ni piedad ni cortesía

ni mi belleza ni mi valor ni mi juicio,

porque soy engañada y traicionada

como sucedería si fuera poco agraciada.


Me conformo pensando que jamás y de ningún modo

cometiera equívoco hacia vos, amigo,

sino que os amo más de lo que Seguis amó a Valensa,

y me agrada venceros en amor,

amigo mío, porque sois el mejor;

sois orgulloso conmigo en las palabras y en los modos,

mientras que os mostráis amable con todos.


Me sorprende cómo hacia mí vuestro corazón se muestra duro,

amigo, por lo que tengo razón para dolerme;

no es justo en absoluto que otro amor os aparte de mí,

sea lo que sea lo que os diga o conceda;

¡y recordad cuál fue el inicio de nuestro amor!

El señor Dios no quiera

que sea mía la culpa de la separación.


La noble virtud que habita en vuestro corazón

y el alto valor que poseéis me intimidan,

pues no conozco dama, cercana o lejana,

que, dispuesta a amar, no sea atraída por vos.

Pero vos, amigo, tenéis tanto juicio

que bien debeis reconocer la más perfecta;

y acordaros de nuestro pacto.


Deben ayudarme mérito y nobleza

y la belleza y aún más la sinceridad de ánimo,

por ello os mando allá donde moráis

esta canción, que sea mi mensajera;

y quiero saber, mi gentil y bello amigo,

por qué sois tan altanero y cruel conmigo:

no sé si por orgullo o mal talante.


Mas quiero que le digas, mensajero

que a muchos ha dañado el exceso de orgullo. 


ANGUSTIA GRAVE HE PASADO

Angustia grave he pasado

porque tuve un caballero,

y quiero que, para siempre, se sepa

cómo lo amé sin medida.


Ahora me veo traicionada

ya que mi amor no le di

y así viví en gran dolor

En el lecho y también vestida.


A mi caballero bien quisiera

tener desnudo en mis brazos una noche

y que él sintiera plenitud

aunque yo solo fuera su almohada;

pues más entregada me tiene

Que Floris a Blancaflor:

le doy mi amor, mi corazón,

mi juicio, mis ojos y mi vida.


Hermoso amigo, amable y bueno,

¿cuándo os tendré en mi poder

para yacer con vos una noche

y daros una noche de amor?

Sabed que mi deseo es grande

de teneros en lugar de mi marido,

siempre que me concedierais

hacer cuanto yo quisiera.


EL GOZO CORTÉS ME DA FELICIDAD


La alegría cortés me da felicidad,

por ella canto más gozosamente

y no me produce pesar

ni me causa ninguna preocupación

saber que quieren mi mal

los falsos y viles envidiosos,

y sus palabras malévolas no me atemorizan:

al contrario, soy dos veces más dichosa.


No tienen de mí atención alguna

los envidiosos maledicentes,

porque ninguno que esté de acuerdo con ellos

puede ser honrado;

ellos se parecen

a la nube que se expande,

por la que el sol pierde sus rayos;

yo no amo a la gente villana.


Y vosotros, celosos maledicentes,

no creáis que yo estoy dudosa,

o que alegría y juventud me desagradan,

por el hecho de que el mal os debilite.


MARÍA DE VENTADORM

Gui de Ussel, me lamento de voz

porque habéis dejado de cantar,

y dado que quisiera haceros volver a la poesía,

-ya que sabéis de tales razones-

quiero que me digáis si la mujer debe actuar hacia el amante,

cuando le ama sinceramente, del mismo modo

que el amante actúa hacia ella en todo lo que concierne al amor,

según la ley que vincula a los amantes.


Señora María, yo quería abandonar las tensones y cualquier otro canto;

pero ahora no puedo dejar

sin respuesta vuestra demanda;

y contesto brevemente, acerca de la dama;

ella debe proceder hacia el amante

del mismo modo en que él actúa hacia ella, sin tener en cuenta el rango,

porque, entre dos amantes, no debe haber uno superior.


Gui, el amante debe demandar por piedad

todo aquello de lo que está deseoso,

y la dama lo debe ofrecer,

mas debe esperar la ocasión.

El amante debe presentar sus súplicas

y las peticiones de igual modo a una dama que a una amiga,

mientras que la dama debe honrar al propio amante

como a un amigo, mas no como a un señor.


Señora, aquí entre nosotros todos piensan

que, así como la dama quiere amar,

en modo igual debe honrar al amante,

ya que los dos están igualmente enamorados.

Y si sucede que ella le ama más,

que lo demuestre en los hechos y en las palabras;

y si tiene sentimientos falsos y engañosos,

que con modos amables disimule su locura.


Gui de Ussel, al principio los amantes no son en absoluto de este parecer

por el contrario cada uno, cuando quiere suplicar a la dama,

con las manos juntas y de rodillas dice:

"Señora, permitidme que os sirva sinceramente

como vasallo" y ella así le acepta;

yo le juzgo en buen derecho traidor,

si se entrega como igual

quien se ofreció como servidor.


Señora, es una opinión vergonzosa,

para ser defendida por una dama,

no considerar como igual a aquel

con quien ha hecho un corazón de dos;

o bien sostenéis, y esto no os honra,

que el amante la debe amar más,

o bien acordáis que son iguales; porque el amante

no le debe nada a la dama, si no es por amor.





Azalais d’Altier, "Tanz salutz e tantas amors" (BEdT 042a,001)

Autor/es Isabel de Riquer

El salut d’amor, o sólo salut, es una carta de amor en verso que el trovador dirige a la dama amada. Entre la veintena de salutz escritos por trovadores, el de Azalais d'Altier es el único testimonio de este género poético de una trobairitz y va dirigido a otra mujer.






Tanz salutz e tantas amors,

.....

vos tramet Azalais d’Altier,

a vos, donna, cui ilh volria

mais vezer qe ren q’el mon sia. vv. 1-8.


[Muchos saludos y mucho amor

...

os envía la señora Azalais de Altier,

a vos señora, a quien quisiera ver

más que a ninguna cosa en el mundo.]