Soy profe de Lengua y Literatura y en este blog iré colgando actividades y textos que trabajemos en clase (o no).
"Hola, ¿qué tal? Soy el chico de las poesías".
Como os dije, la primera hora la íbamos a dedicar a San Valentín.
Tenéis que traer escritas o escribir aquí VUESTRAS DECLARACIONES DE AMOR/AMISTAD.
Si el de Guardia accede, podéis ir a leerlas al plató de First Dates. Si no, aprovechad para dejarlas bonitas y decorad la clase con las cartulinas que os di el viernes.
En la segunda hora aprovechad para poneros al día con las tareas, sobre todo con la RESEÑA DE SIN MIEDO (obligatoria), SHAKESPEARE IN LOVE, LA DAMA DEL ALBA o HISTORIA DE UNA ESCALERA (muy recomendables).
Si termináis, TERMINAD LOS EJERCICOS DE LAS FOTOCOPIAS DE GEOGRAFÍA, que corregiremos el martes.
También os recuerdo que tenéis aquí fichas de repaso. ¡SALUD!
Me llamo barro aunque Miguel me llame.
Barro es mi profesión y mi destino
que mancha con su lengua cuanto lame.
Soy un triste instrumento del camino.
Soy una lengua dulcemente infame
a los pies que idolatro desplegada.
Como un nocturno buey de agua y barbecho
que quiere ser criatura idolatrada,
embisto a tus zapatos y a sus alrededores,
y hecho de alfombras y de besos hecho
tu talón que me injuria beso y siembro de flores.
Coloco relicarios de mi especie
a tu talón mordiente, a tu pisada,
y siempre a tu pisada me adelanto
para que tu impasible pie desprecie
todo el amor que hacia tu pie levanto.
Más mojado que el rostro de mi llanto,
cuando el vidrio lanar del hielo bala,
cuando el invierno tu ventana cierra
bajo a tus pies un gavilán de ala,
de ala manchada y corazón de tierra.
Bajo a tus pies un ramo derretido
de humilde miel pataleada y sola,
un despreciado corazón caído
en forma de alga y en figura de ola.
Barro en vano me invisto de amapola,
barro en vano vertiendo voy mis brazos,
barro en vano te muerdo los talones,
dándote a malheridos aletazos
sapos como convulsos corazones.
Apenas si me pisas, si me pones
la imagen de tu huella sobre encima,
se despedaza y rompe la armadura
de arrope bipartido que me ciñe la boca
en carne viva y pura,
pidiéndote a pedazos que la oprima
siempre tu pie de liebre libre y loca.
Su taciturna nata se arracima,
los sollozos agitan su arboleda
de lana cerebral bajo tu paso.
Y pasas, y se queda
incendiando su cera de invierno ante el ocaso,
mártir, alhaja y pasto de la rueda.
Harto de someterse a los puñales
circulantes del carro y la pezuña,
teme del barro un parto de animales
de corrosiva piel y vengativa uña.
Teme que el barro crezca en un momento,
teme que crezca y suba y cubra tierna,
tierna y celosamente
tu tobillo de junco, mi tormento,
teme que inunde el nardo de tu pierna
y crezca más y ascienda hasta tu frente.
Teme que se levante huracanado
del blando territorio del invierno
y estalle y truene y caiga diluviado
sobre tu sangre duramente tierno.
Teme un asalto de ofendida espuma
y teme un amoroso cataclismo.
Antes que la sequía lo consuma
el barro ha de volverte de lo mismo.
Tal día como hoy moría Miguel Hernández,
82 años sin su luz
MIGUEL HERNÁNDEZ
“No perdono a la muerte enamorada,
no perdono a la vida desatenta,
no perdono a la tierra ni a la nada”
¿Qué lucientes materias perecederas te han hecho,
corazón de alborada, carnación matutina?
El fantástico poeta Miguel Hernández
serenaba en la sien del pensamiento las dunas
del desierto,
abría, con angelicales ceras y labores,
caminos de algodón profundo,
frecuentaba, como el mar de la playa las arenas
y el firmamento de la tierra estremecida
Tuvo, bajo su piel de furia refugiada, la luz mortal
de los estíos,
hizo, junto a los campos de combate, pedazos
la luna a dentelladas
y conoció, con una obstinación enamorada,
los amargos limonares y la dulce luz de la miera
Vencedor de las alondras y las flores
le sobra corazón a raudales,
con sus manos desata tormentas y pórticos
de pirotécnicos azahares,
se sumerge, como la noche en los pozos donde
ha echado raíces,
y aunque un astral sentimiento febril, un flujo
de cálido latido, lo sobrecoge,
no sabe porque se perdona la vida cada día.
Se llama barro a sí mismo, su profesión y su destino,
desierto de sed, triste instrumento del camino
y antes de que la sequía lo consuma, mortalmente
abrazados, quisiera volvernos de lo mismo.
¡Ay, la vida: qué olor a madreselva desgarrada y hendida¡
¡Qué hermoso penar tan moribundo,
pintada del color de las grandes pasiones y desgracias¡
Mis ojos, sin tus ojos, no son ojos,
asómate a mi alma y aunque bajo la tierra mi amante
cuerpo esté, escríbeme a la tierra, que yo te escribiré.
Vientos del pueblo me llevan,
vientos del pueblo me arrastran,
me esparcen el corazón
y me aventan la garganta.
Los bueyes doblan la frente,
impotentemente mansa,
delante de los castigos:
los leones la levantan
y al mismo tiempo castigan
con su clamorosa zarpa.
No soy un de pueblo de bueyes,
que soy de un pueblo que embargan
yacimientos de leones,
desfiladeros de águilas
y cordilleras de toros
con el orgullo en el asta.
Nunca medraron los bueyes
en los páramos de España.
¿Quién habló de echar un yugo
sobre el cuello de esta raza?
¿Quién ha puesto al huracán
jamás ni yugos ni trabas,
ni quién al rayo detuvo
prisionero en una jaula?
Asturianos de braveza,
vascos de piedra blindada,
valencianos de alegría
y castellanos de alma,
labrados como la tierra
y airosos como las alas;
andaluces de relámpagos,
nacidos entre guitarras
y forjados en los yunques
torrenciales de las lágrimas;
extremeños de centeno,
gallegos de lluvia y calma,
catalanes de firmeza,
aragoneses de casta,
murcianos de dinamita
frutalmente propagada,
leoneses, navarros, dueños
del hambre, el sudor y el hacha,
reyes de la minería,
señores de la labranza,
hombres que entre las raíces,
como raíces gallardas,
vais de la vida a la muerte,
vais de la nada a la nada:
yugos os quieren poner
gentes de la hierba mala,
yugos que habéis de dejar
rotos sobre sus espaldas.
Crepúsculo de los bueyes
está despuntando el alba.
Los bueyes mueren vestidos
de humildad y olor de cuadra;
las águilas, los leones
y los toros de arrogancia,
y detrás de ellos, el cielo
ni se enturbia ni se acaba.
La agonía de los bueyes
tiene pequeña la cara,
la del animal varón
toda la creación agranda.
Si me muero, que me muera
con la cabeza muy alta.
Muerto y veinte veces muerto,
la boca contra la grama,
tendré apretados los dientes
y decidida la barba.
Cantando espero a la muerte,
que hay ruiseñores que cantan
encima de los fusiles
y en medio de las batallas.