lunes, 7 de octubre de 2024

La princesa está triste... ¿qué tendrá la princesa?

 




SONATINA
La princesa está triste... ¿Qué tendrá la princesa?
Los suspiros se escapan de su boca de fresa,
que ha perdido la risa, que ha perdido el color.
La princesa está pálida en su silla de oro,
está mudo el teclado de su clave sonoro,
y en un vaso, olvidada, se desmaya una flor.

El jardín puebla el triunfo de los pavos reales.
Parlanchina, la dueña dice cosas banales,
y vestido de rojo piruetea el bufón.
La princesa no ríe, la princesa no siente;
la princesa persigue por el cielo de Oriente
la libélula vaga de una vaga ilusión.

¿Piensa, acaso, en el príncipe de Golconda o de China,
o en el que ha detenido su carroza argentina
para ver de sus ojos la dulzura de luz?
¿O en el rey de las islas de las rosas fragantes,
o en el que es soberano de los claros diamantes,
o en el dueño orgulloso de las perlas de Ormuz?

¡Ay!, la pobre princesa de la boca de rosa
quiere ser golondrina, quiere ser mariposa,
tener alas ligeras, bajo el cielo volar;
ir al sol por la escala luminosa de un rayo,
saludar a los lirios con los versos de mayo
o perderse en el viento sobre el trueno del mar.

Ya no quiere el palacio, ni la rueca de plata,
ni el halcón encantado, ni el bufón escarlata,
ni los cisnes unánimes en el lago de azur.
Y están tristes las flores por la flor de la corte,
los jazmines de Oriente, los nelumbos del Norte,
de Occidente las dalias y las rosas del Sur.

¡Pobrecita princesa  de los ojos azules!
Está presa en sus oros, está presa en sus tules,
en la jaula de mármol del palacio real;
el palacio soberbio que vigilan los guardas,
que custodian cien negros con sus cien alabardas,
un lebrel que no duerme y un dragón colosal.

¡Oh, quién fuera hipsipila que dejó la crisálida!
(La princesa está triste, la princesa está pálida)
¡Oh visión adorada de oro, rosa y marfil!
¡Quién volara a la tierra donde un príncipe existe,
—la princesa está pálida, la princesa está triste—,
más brillante que el alba, más hermoso que abril!

—«Calla, calla, princesa —dice el hada madrina—;
en caballo, con alas, hacia acá se encamina,
en el cinto la espada y en la mano el azor,
el feliz caballero que te adora sin verte,
y que llega de lejos, vencedor de la Muerte,
a encenderte los labios con un beso de amor».


COMENTARIO LITERARIO:
Nos encontramos ante un texto literario, concretamente perteneciente al género lírico, ya que se trata de un poema formado por ocho sextetos paralelos (estrofas de seis versos cada uno). Los versos son alejandrinos, verso muy usado durante el Modernismo, y emplea rima consonante (característica de la poesía culta). El esquema métrico sería el siguiente AABCCB DDEFFE GGHIIH JJKLLK MMNÑÑN OOPQQR SSTUUT GGWVVW.

A pesar de que, en una primera lectura, parece tratar una descripción o, incluso, una narración (muy breve y simple), en realidad se trata de un poema absolutamente lírico, ya que su tema o idea principal es la metaliteratura: el texto es una exhibición formal de musicalidad, dominio retórico y continua plasmación de recursos literarios. O. por decirlo con otras palabras, es un perfecto ejmplo de modernismo literario llevado a la práctica.
Como ya hemos estudiado, el Modernismo es un movimiento literario desarrollado entre los años 1880 y 1917 fundamentalmente en el ámbito de la poesía. Se caracterizó por una búsqueda del refinamiento, continuo empleo de referencias culturalistas y una profunda renovación estética del lenguaje y la métrica. 
En parte, puede considerarse como una recapitulación y una mezcla de tres corrientes europeas: el romanticismo, el simbolismo y especialmente el parnasianismo. Este último estilo está expresado mediante una continua musicalidad y estelización, algo que se puede percibir perfectamente en el poema.

El máximo exponente del Modernismo fue el nicaragüense Rubén Darío, artífice del libro de cuentos y poemas Azul..., publicado en el año 1888 y considerado el punto de partida del modernismo en Hispanoamérica. Y a este mismo autor, fundacional y fundamental, pertenece este poema, como una clara síntesis de todo lo expuesto anteriormente.
Concretamente, El poema “Sonatina” procede del libro Prosas profanas (Buenos Aires, 1896). Este libro es el segundo gran título de los poemarios de Rubén Darío. Se trata de una poesía técnicamente perfecta, temáticamente novedosa y muy atenta a los efectos musicales y cromáticos del poema, es decir, a los componentes sensoriales. Asuntos mitológicos, de la clasicidad grecolatina, de la Francia versallesca del siglo XVII y XVIII, etc., usados como texto o como pretexto para comunicar los propios sentimientos, son los predominantes. Estas características se manifiestan claramente en el poema que vamos a analizar.

Sería imposible señalar todos los recursos literarios pues, repetimos, el poema es un catálogo de musicalidad, retórica, ingenio y búsqueda de la belleza.
Por citar algunos, podemos mencionar la anáfora en los versos 1, 38, 15 a 18 y 10 a 11; la anadiplosis en el verso 1; el encabalgamiento en diversos versos del poema como los versos 11 a 12 y 44 a 45; el hipérbaton en el verso 41; el paralelismo en el verso 37 y 15 a 18; el polisíndeton en los versos 16 a 18 y 26 a 27...


El poema cuenta una historia completa, fijándose en los aspectos subjetivos e íntimos de la protagonista, una princesa que está triste; en este sentido, estamos ante un poema narrativo, pero con un fuerte contenido emocional. La primera estrofa presenta a la protagonista, una princesa triste que ya no sonríe; ha perdido la risa, el color y el deseo de tocar su clave (instrumento musical de teclado y cuerdas pinzadas). En solidaridad con ella, una flor se marchita en un vaso, olvidada, como la propia princesa. Esta escena es interior.
La segunda estrofa ofrece una visión exterior: un jardín por el que se pasean pavos reales. A la princesa hacen compañía una dueña habladora y un bufón malabarista que no logran sacarla de su tristeza porque tiene una ilusión difusa que no logra concretar.
En la tercera estrofa, el yo poético –en el papel de narrador— se pregunta si la princesa piensa en un joven guapo, elegante y rico. Plantea hasta seis hipótesis sobre la persona que provoca su tristeza: el príncipe de Golconda (célebre y rica ciudad de la antigua India), el de China, el que para su carroza delante de ella, el rey de unas islas hermosas, el soberano poseedor de diamantes y, finalmente, el propietario de perlas de Ormuz. Todos ellos son ricos, poderosos y apuestos.
La cuarta estrofa nos deja ver los anhelos más profundos del alma de la princesa: se siente como en una prisión y quiere volar lejos, como una golondrina, para ir al sol, saludar a las flores o perderse en una tormenta marítima.
La quinta estrofa es negativa. Aclara lo que la princesa ya detesta: el lugar donde vive, un palacio, su entretenimiento, una rueca, su mascota, un halcón, su acompañante servidor, un bufón, ni la contemplación de los cisnes, todos iguales, que pueblan el lago. La tristeza de la princesa ahora la comparten las flores, los jazmines, los nelumbos (flores acuáticas perennes), las dalias y las rosas.
La sexta estrofa tiene un tono conclusivo. Después de todo lo dicho, es fácil deducir que la princesa está triste porque se siente cautiva en su riqueza, en su belleza y en su esplendor, dentro del palacio. Allí la vigilan cien vigías, un perro lebrel y un dragón gigante, de modo que no puede huir.
La séptima estrofa se concentra en los deseos de la princesa triste y pálida: ser una mariposa para volar al lugar donde la espera un hermoso príncipe.
La octava y última estrofa deja paso a un nuevo personaje, el hada madrina de la princesa, que, por descontado, conoce los sentimientos y deseos de su protegida. Interviene para informarle que se dirige a su encuentro un muchacho, montado en un caballo alado, enamorado de ella, para vivir una historia de amor, aun sin conocerse de antes. En realidad, si bien se mira, el poema equivale a un cuento de hadas clásico, solo que en verso. El ambiente refinado, un tiempo vago y los protagonistas así lo confirman.

Sin embargo, como ya he dicho anteriormente, en mi opinión el poema es, ante todo, más que una descripción o una narración, una plasmación metaliteraria del "arte por el arte", una puesta en escena de la maestría lírica de Rubén Darío y, en conclusión, una perfecta aplicación práctica de la teoría del Modernismo, con continuas referencias a los símbolos por antonomasia de esta corriente literaria (simbolismo, exostismo, culturalismo...) e incluso guiños a la propia obra del mismo Darío (azul, uso de puntos suspensivos y, ante todo, una especie de imitación del estilo más frívolo de su primer libro pero buscando una carga de profundidad y melancolía mayor, propia de su evolución poética).



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