jueves, 7 de octubre de 2021

PÍO BAROJA, El Rey de la Baraja.

 

Pío Baroja (San Sebastián, 1872-1956), tras abandonar la Medicina, dedicó su vida a la novela, desarrollando una de las obras más prolíficas y completas de nuestra historia.

ESTILO EXPRESIVO PERO SENCILLO: Conversaciones naturales, habla coloquial... incluso errores gramaticales como leísmos, laísmos, anacolutos...

ANTIRRETORICISMO: su léxico es sencillo y tremendamente natural. Predominan los párrafos cortos y las frases secas y directas.

INSTINTO NARRATIVO: sus novelas parecen avanzar a golpe de inspiración, sin apoyarse en complejas estructuras previas.

De hecho, consideraba falsa la estructura coherente dirigida a un final cerrado propia de la novela realista y prefiere las NOVELAS DE ARGUMENTO DIVERSO Y DISPERSO.

Considera que "EN LA NOVELA CABE TODO" (filosofía, ensayo, crítica social... por eso MEZCLA GÉNEROS Y SUBGÉNEROS (novela de personaje, novela de aprendizaje, novela filosófica, novela de aventuras...).

DESCRIPCIONES IMPRESIONISTAS con toques líricos que resaltan con la frialdad habitual.

Predominio del narrador omnisciente que opina, a veces con brutalidad, de los personajes o las situaciones.



MODERNISMO Y GENERACIÓN DEL 98.



Especialmente agudo resulta el prólogo a Zalacaín el aventurero de Joan Estruch:

Del carácter y la mentalidad de sus padres, tan opuestos, el novelista recibió influencias contradictorias: del padre heredó la ideología liberal y agnóstica, la afición por la literatura y el gusto por la vida inquieta. Pero, en cuanto a la vida privada e íntima, acabó pesando más la tendencia conservadora de la madre. La influencia materna se percibe también en las dificultades que Baroja siempre tuvo para relacionarse con las mujeres, a las que veía con una mezcla de idealización y de recelo, lo que, unido a la proverbial timidez del escritor, le llevaría a permanecer soltero durante toda su vida. (...)

Concluido el bachillerato, duda Baroja sobre qué carrera estudiar, hasta que por fin opta por Medicina, aunque sin demasiado entusiasmo. En 1887 aprobó el examen de ingreso y empezó a estudiar en la facultad. Pronto se decepcionó: las clases le resultaban aburridas y los profesores pedantes y rutinarios, tal como se refleja en su novela El árbol de la ciencia. Fue entonces cuando comenzó a escribir cuentos y novelas, que destruía en su mayor parte. En 1890 publicó sus primeros artículos en un diario donostiarra.

Al año siguiente se fue a vivir a Valencia, donde su familia se había instalado a causa de un nuevo traslado del padre. Poco después murió su hermano Darío, experiencia que resultó traumática para Baroja y que más adelante trasladaría asimismo a El árbol de la ciencia. En la universidad de la capital levantina pudo finalmente aprobar las asignaturas que tenía pendientes y terminar así la carrera. Ya licenciado, presenta en Madrid su tesis doctoral sobre un tema de enorme repercusión en su obra: El dolor. Estudio de psicofísica. Gracias a ella se convierte en doctor en Medicina, y pasa un tiempo buscando colocación, hasta que consigue una plaza de médico en Cestona (Guipúzcoa), donde ejerció algo más de un año en condiciones muy duras. Sin vocación para la Medicina, no obstante, decide abandonar la profesión. (...)


 UN INDIVIDUALISTA RABIOSO

Baroja fue un personaje inclasificable. Las ideologías dominantes en su época —particularmente la filosofía de Nietzsche y de Schopenhauer— ejercieron un notable influjo sobre el escritor vasco, pero nunca hasta el punto de que se adhiriese a una en particular de manera estable y coherente. Su carácter pesimista y escéptico se reafirmaba con la irritación que le producían la hipocresía y la doble moral de la sociedad.

La base del pensamiento barojiano hay que buscarla en su extremado individualismo. Su novela César o nada se abre con esta solemne declaración de principios: «Lo individual es la única realidad en la Naturaleza y en la vida». Este principio fundamental le lleva a desconfiar de todo planteamiento colectivo, que ve como una amenaza a la libertad del individuo: «Siempre he tenido recelo y poco amor por la democracia y el comunismo. Todos los públicos grandes me han producido desconfianza y, a veces, terror. No creo que la masa social pueda ir a nada bueno». Debajo de esta actitud late un profundo pesimismo antropológico, justificado con argumentos biológicos: «El hombre es un animal egoísta y rapaz, como todos». (...)

De ahí que su difusa simpatía por el anarquismo no fuera muy consistente: «Yo digo que no soy anarquista, y no lo digo porque tenga miedo a la palabra, sino porque siento demasiado la fuerza de mis instintos egoístas para llamarme de esta manera. Soy un individualista rabioso, soy un rebelde; la sociedad me parece defectuosa porque no me permite desarrollar mis energías, nada más que eso». Esa rebeldía, sin embargo, estuvo siempre contrapesada por su miedo a pasar a la acción.

Del mismo modo, su aparente frialdad y su escepticismo son el resultado de un mecanismo de defensa que le hacía esconder su gran sensibilidad, su naturaleza bondadosa y compasiva. A través del protagonista de La sensualidad pervertida confesará; «Mi sensibilidad era como un órgano sin revestimiento, sin piel; así, el más pequeño contacto con la aspereza de la vida española me hacía daño, […]

Después comencé a fingir la insensibilidad, para defenderme de la ridícula efusión experimentada por las cosas y las personas». Esa sensibilidad reprimida aflora a veces en sus obras, de manera esporádica y sorpresiva (...).

Todo ello hace que la personalidad de Baroja sea paradójica y contradictoria, como su mismo pensamiento. Y es que, como la de sus personajes novelescos, su personalidad es el resultado del conflicto entre el pensamiento y la acción, entre el escepticismo y la compasión, entre el afán de aventuras y la búsqueda de segundad. (...)

 

El autor clasificó sus novelas en trilogías, grupos de tres narraciones independientes que, por lo general, no guardan demasiada relación entre sí.

Resulta más útil quizá clasificar las novelas barojianas siguiendo un criterio cronológico, que nos permite establecer tres etapas:

PRIMERA ETAPA (1900-1912), en la que escribe sus novelas más importantes, incluida EL ÁRBOL DE LA CIENCIA.

SEGUNDA ETAPA (1913-1935), dominada por las Memorias de un hombre de acción, en las que Baroja se repliega hacia la novela histórica, sin aportar innovaciones sustanciales a su técnica narrativa.

TERCERA ETAPA (1935-1956), de carácter reiterativo en lo temático y decadente en lo formal. Se trata de una etapa en la que el autor acusa la pérdida de facultadescreativas.

Si agrupamos la obra novelística en consonancia con las grandes líneas temáticas, podemos observar que en ella aparecen básicamente dos temas, que además están muy relacionados:

a) La búsqueda de una orientación existencial por parte de personajes carentes de rumbo vital.

b) La transformación de la vida en acción sin límite ni finalidad, como forma de huir del vacío existencial.

El primer tema lo encontramos ya en Camino de perfección (1902), novela representativa de la crisis ideológica de principios del siglo XX. Sin apenas acción, el núcleo de la obra lo constituye la vacilante búsqueda de opciones religiosas, ideológicas y existenciales del protagonista, que acabará recluyéndose en la vida hogareña pequeño-burguesa.

Del mismo modo, en su mejor trilogía, La lucha por la vida (1904), se nos describe el proceso de formación de Manuel, un muchacho que oscila entre la influencia de los ambientes del hampa y su buen fondo moral, que irá imponiéndose hasta convertirlo en un honrado padre de familia.

Pero la novela que mejor resume esta temática es El árbol de la ciencia (1911), cuyo protagonista refleja las preocupaciones existenciales de Baroja, su desolada visión del mundo, influida por Schopenhauer. Al concebir la vida como un sufrimiento sin sentido, el protagonista intentará refugiarse en la inacción, tal como proponía el filósofo alemán, aunque, finalmente, la fatalidad acabe con todos sus proyectos vitales (...)

EL ÁRBOL DE LA CIENCIA.

No hay comentarios:

Publicar un comentario