sábado, 21 de octubre de 2023

LA CHICA DEL TRANVÍA Y EL AMOR CORTÉS







Reflexionemos acerca de este texto del escritor Antonio Orejudo.
Mientras escribía este libro, el 18 de abril de 2017, un grupo de amigas se subió al tranvía de regreso a casa tras unas fiestas patronales en Murcia. Eran las diez y media de la noche y en el mismo vagón había un chico que no apartaba los ojos de una de ellas, precisamente la que vivía una parada más allá que las demás y se quedó sola cuando las otras se bajaron.
El chaval empezó a imaginar que la chica estaba triste, que su vida era un infierno y que él podría salvarla o al menos arrancarle una sonrisa, pero ni siquiera se atrevió a dirigirle la palabra. A la mañana siguiente redactó un texto describiendo la situación y sus sentimientos, hizo varias copias y las distribuyó por la ciudad de Murcia. «Si lees esto y quieres conocerme», escribió, «aquí te dejo mi número de teléfono».
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La historia, de la que se hicieron eco muchos periódicos, nos resulta familiar no solo porque a todos nos gusta en ocasiones imaginar vidas ajenas, sino también porque esta es la historia de amor que la literatura nos ha venido contando desde el siglo XI, cuando los trovadores inventaron el amor cortés, aquella moda literaria basada en una idealización extrema de la mujer, a la que el enamorado rendía un vasallaje sufriente y gozoso.


Pocas convenciones literarias han contribuido más a la construcción en el imaginario colectivo de una imagen de la mujer tan nociva como alejada de la realidad. La mujer a la que cantaban los trovadores y que después inspirará a los poetas italianos del dolce stil novo y luego a los poetas del Renacimiento y luego a los románticos en una sucesión de poemas y canciones que llega hasta la última balada contemporánea es una figura pasiva, distante, desdeñosa y admirable. Y sobre todo muda.
Las mujeres no hablan nunca en los poemas amorosos de Dante, Petrarca o Garcilaso de la Vega. Sabemos que los hombres se enamoran de ellas con solo mirarlas, pero ninguno de los miles y miles de poemas petrarquistas que se han escrito en el mundo nos dice por qué las mujeres no corresponden a estos tenaces y apasionados amantes, que mueren por ellas al contemplar sus blancas pieles y sus cabellos de oro. A la pregunta de qué sienten las amadas del Siglo de Oro despertando semejante veneración, los poetas responden con silencio.
La murciana del tranvía rompió a los pocos días este silencio milenario. Se enteró de que el tipo del tranvía la buscaba, e hizo circular por las redes sociales una respuesta que al margen de su veracidad resulta muy interesante porque confronta la realidad con una idea literaria de la mujer, que a fuerza de repetirse siglo tras siglo ha moldeado nuestro comportamiento, y quizás explique muchos de los conflictos que se producen hoy entre los sexos.


Allí, en su carta, apócrifa o no, decía que cuando un extraño contempla extasiado el color de rosa y azucena en un rostro femenino, la portadora del mismo no se enciende de pasión, sino de miedo; hace una valoración rápida del riesgo, desea con todas sus fuerzas que el extraño no se le acerque y cuando llega a casa envía un mensaje de voz para que sus amigas sepan que ha sobrevivido. La realidad es muy poco petrarquista.


 No, lo de la chica del tranvía de Murcia no es romántico


1-¿Cuál es el tema o idea principal de este texto?
2-¿Qué tipo de texto es? ¿Por qué?
3-¿Qué argumentos utiliza el autor para defender su punto de vista?
4-¿Dirías que la historia de "la chica del tranvía" forma parte de la tesis o es solo un ejemplo usado como argumento para reforzar la idea principal? 
5-Elige cualquiera de los fragmentos subrayados y coméntalos con tus palabras.

AMPLIACIÓN:
-¿Qué opina Antonio Orejudo de la idealización de la amada propia del amor cortés? ¿Estás de acuerdo? ¿Por qué?
(En esta entrada de mi blog te recuerdo algunos ejemplos de amor cortés).

-¿Crees que esa idealización de la amada en muchas ocasiones encubre un menosprecio a la mujer real? 

-Lee el poema que aparece a continuación. Explica cuál es su tema o idea principal y relaciónalo con lo aprendido anteriormente.

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y pensando que, al cabo, merece más la pena
no comerse una rosca y hablarles de tus libros,
amargarles la vida con Shakespeare y con Griffith.
O buscarse una sorda para que nada falte.
Si prefieres, puedes hacerlo con este poema de Elena Medel dirigido a un "enfant terrible":

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