miércoles, 14 de junio de 2023

MI FORMA DE HABLAR (featuring Paloma Vicente)

Estamos en el comedor estudiantil de una universidad alemana. Una alumna rubia e inequívocamente germana adquiere su bandeja con el menú en el mostrador del autoservicio y luego se sienta en una mesa. Entonces advierte que ha olvidado los cubiertos y vuelve a levantarse para cogerlos. Al regresar, descubre con estupor que un chico negro, probablemente subsahariano por su aspecto, se ha sentado en su lugar y está comiendo de su bandeja. De entrada, la muchacha se siente desconcertada y agredida; pero enseguida corrige su pensamiento y supone que el africano no está acostumbrado al sentido de la propiedad privada y de la intimidad del europeo, o incluso que quizá no disponga de dinero suficiente para pagarse la comida, aun siendo ésta barata para el elevado estándar de vida de nuestros ricos países. De modo que la chica decide sentarse frente al tipo y sonreírle amistosamente. A lo cual el africano contesta con otra blanca sonrisa. A continuación, la alemana comienza a comer de la bandeja intentando aparentar la mayor normalidad y compartiéndola con exquisita generosidad y cortesía con el chico negro. Y así, él se toma la ensalada, ella apura la sopa, ambos pinchan paritariamente del mismo plato de estofado hasta acabarlo y uno da cuenta del yogur y la otra de la pieza de fruta. Todo ello trufado de múltiples sonrisas educadas, tímidas por parte del muchacho, suavemente alentadoras y comprensivas por parte de ella. Acabado el almuerzo, la alemana se levanta en busca de un café. Y entonces descubre, en la mesa vecina detrás de ella, su propio abrigo colocado sobre el respaldo de una silla y una bandeja de comida intacta.

Dedico esta historia deliciosa, que además es auténtica, a todos aquellos españoles que, en el fondo, recelan de los inmigrantes y les consideran individuos inferiores. A todas esas personas que, aun bienintencionadas, les observan con condescendencia y paternalismo. Será mejor que nos libremos de los prejuicios o corremos el riesgo de hacer el mismo ridículo que la pobre alemana, que creía ser el colmo de la civilización mientras el africano, él sí inmensamente educado, la dejaba comer de su bandeja y tal vez pensaba: "Pero qué chiflados están los europeos".

1. ¿Cuál es el tema o idea principal? ¿Hay alguna idea secundaria importante?

2. ¿Qué tipo de texto es? ¿A qué género y subgénero pertenece? ¿Por qué?

3.- Determina la estructura del texto (señala las partes en que puede dividirse el texto en función de su contenido explicando por qué) y, si puedes, indica qué nombre recibe.

4-¿Cuál es la principal intención comunicativa de la autora? ¿Lo consigue?


 

MI FORMA DE HABLAR

“Si intentas encontrar mi acento murciano, no lo vas a encontrar. (...) Desde pequeñito, yo tuve la idea de que el acento murciano... pues no era lo mejor”, afirmaba el youtuber TheGrefg en un corte del vídeo ‘50 cosas sobre mí’, publicado hace cinco años y que rescató el usuario @nosoymafranpe esta semana en Twitter. Grefg reproducía a continuación una nota de voz que le había enviado un amigo (este sí, con acento murciano) para mofarse de su forma de hablar. Naturalmente, las críticas no tardaron en aparecer. Más de un millón de usuarios han visto el tuit y entre los mensajes que lo comparten, muchos destacan que no hay mayor vergüenza que renegar de tus raíces. No sé si el youtuber sentirá desprecio por sus orígenes, lo que sí tiene es glotofobia, es decir, discrimina a causa de la forma de hablar. 


“Viva la diversidad de acentos. Si tenéis un acento no lo tapéis, que es lo más bonito del mundo”, tuiteó @fitabaldominos citando el vídeo de TheGrefg. Otro usuario, @juanluisdaza82 contó una experiencia personal en la que le censuraron su habla: “A mí me pidieron ‘disimular un poco’ mi acento andaluz en un podcast. Llevad el vuestro con orgullo, seáis de donde seáis”. Eso mismo sufrió la escritora y periodista Sabina Urraca. Lo relató en el suplemento Ideas hace unos meses; “Me presenté al casting del grupo de teatro de la universidad. La casa de Bernarda Alba. El director me detuvo a la segunda frase. ‘¿A ti te parece que Angustias podría ser canaria?”. Desde entonces, como le ocurrió a Juan Luis Daza y a muchos otros, su deje canario se fue convirtiendo en el español neutro “de las noticias”, algo que, seamos sinceros, es totalmente artificial. 

Sea de forma autoimpuesta o natural, la manera de hablar se suaviza cuando uno cambia de residencia y se rodea de personas con diferentes acentos. Me ha pasado a mí: nací en Murcia y, aunque mi

acento no era tan marcado como el de algunos familiares y amigos, ahí estaba. Tras más de 10 años viviendo en Madrid y convivir con gallegos, asturianos, andaluces, riojanos, leoneses y castellanos, mi habla ha cambiado y ahora casi nadie sabe de dónde soy, mi murciano está oculto bajo capas de otros acentos. 


Entre las cosas que podemos (o deberíamos) reivindicar en España está la riqueza de lenguas y, por qué no, de hablas y acentos. No hay nada más bonito y enriquecedor que escuchar el acento manchego de la cantautora Rozalén; las comparecencias de la ministra María Jesús Montero; las crónicas con deje canario de Nicolás Castellano en la Cadena SER; notar el murciano del cómico Miguel Maldonado; ver los vídeos de la gallega @grtamara en TikTok y los del escritor y traductor extremeño Aníbal Martín, que reivindica en Twitter el patrimonio lingüístico extremeño. Y no solo los españoles. ¿Hay alguien que lea las columnas de Leila Guerriero con acento neutro? Guerriero escribe con su forma de hablar, escribe en español argentino. Ese patrimonio hay que valorarlo como merece. 

Este miércoles, Aníbal Martín, tuiteó un ejemplo de glotofobia que viven los que hablan un español que suena diferente: “Uno de los clichés lingüísticos sobre los extremeños (y andaluces) es que ‘nos comemos letras’, referido normalmente a la d intervocálica. Pero con la misma lógica podría afirmar que otras hablas ‘se comen’ la h aspirada de higu o mohu, la b de lombu o lambel, o la i de quiciás. Es una chorrada como una casa, pero la llevo oyendo toda la vida”. “Tú sabes por qué a mí se me entendió en todo el mundo, ¿no? Por el acento”, decía el deepfake de Lola Flores en un anuncio de cerveza de hace unos años. Defendámoslos. 

José Nicolás en Anatomía de Twitter, Fuente: El País

Contesta a las siguientes preguntas: 

-¿Qué es la glotofobia y cómo se relaciona con las variedades diatópicas del español? 


-Según el texto, ¿qué críticas recibió el youtuber TheGrefg por su acento? 


-¿Cuál es el mensaje que el autor del texto quiere transmitir sobre las variedades diatópicas del español? 


-¿Qué experiencia personal compartió el usuario @juanluisdaza82 relacionada con su acento andaluz? 


-¿Qué ejemplo de glotofobia menciona el escritor Aníbal Martín en su tuit sobre los extremeños y andaluces? 


-¿Por qué es importante valorar y celebrar la diversidad de acentos y hablas en España y en otros lugares? 


-Menciona dos ejemplos de personalidades mencionadas en el texto que defienden su forma de hablar y promueven la diversidad lingüística. - ¿Cuál es la crítica que se hace en el texto sobre la expectativa de hablar en un español "neutro"? 


-¿Cómo puede cambiar la forma de hablar de una persona cuando se muda y se rodea de personas con diferentes acentos? 


-¿Cuál es la conclusión del texto y qué se insta a hacer en relación con las variedades diatópicas del español? 


-¿Qué lenguas oficiales hay en España? ¿Cuáles son los principales dialectos?



-Estes es un examen trampa. Se trata de que aprendas a organizarte. Realiza solo un esquema de la pregunta anterior.



-¿Alguna vez te has sentido discriminado por tu acento? 




LENGUAJE Y DISCRIMINACIÓN RACIAL


El lenguaje cotidiano refleja, como la vida misma, los valores culturales y morales de nuestra sociedad. Pero también los transmite y refuerza, de ahí el enorme poder de la palabra. Los prejuicios contra cualquier minoría o grupo social que se siente desfavorecido, perseguido o proscrito en algún momento de la historia, por razón de su sexo, etnia, o cualquier otro factor, enseguida afloran en el lenguaje cargando de connotaciones negativas los términos empleados para designarlos. Y como reacción, para contrarrestar o mitigar sus efectos y ocultar una realidad que se percibe como ingrata e indeseable, los hablantes a veces rehúyen o edulcoran la expresión por medio de eufemismos o bellas palabras.

De lo que antecede es un buen botón de muestra la serie de apelativos empleados para referirse a los homosexuales. Tanto el término invertido (sexual) (calco del inglés sexual inverted), puesto en circulación a fines del pasado siglo en los medios científicos, como el tradicional y popular marica (en inglés queer, pansy, etc.), así como otros sinónimos del mismo jaez, resultaban claramente despectivos. En tales circunstancias, el término homosexual con el tiempo se convirtió en el más adecuado para el lenguaje científico y general, por la asepsia y neutralidad de sus connotaciones y su carácter altamente descriptivo, a lo que se uniría la fuerza de la analogía de otras expresiones igualmente inequívocas como heterosexual, bisexual, etc. Pero ni siquiera el término homosexual dejó contento a los propios homosexuales hasta que descubrieron la palabra gay, que en inglés significa `alegre' y es portadora de connotaciones más positivas y agradables, tanto en inglés como en español.

El ejemplo es bien ilustrativo y puede ayudar a comprender el sentido de las connotaciones y los vaivenes a que se han visto sometidas las designaciones referentes a los negros, otro de los grupos que injustamente llevan la impronta del estigma social. Y esto se hace patente sobre todo en América, tanto la hispana como la inglesa, donde el contraste de la población negra es más visible y los prejuicios resultan, por tanto, más evidentes.

Curiosamente, en uno y otro idioma se emplea la voz negro, y en ambos tiene una connotación negativa que enlaza con una larga tradición cultural. El símil “trabaja como un negro” (lo mismo que su equivalente “como un esclavo”) es un fiel testimonio de la servidumbre y sumisión de los negros llevados al continente americano.

Debido a esta fuerte asociación, en español el término negro se ha metaforizado pasando a designar al escritor anónimo que realiza un trabajo, muchas veces ingrato, para una persona destacada en el campo del saber (escritor, investigador, etc.) sin que se le reconozca su autoría. Cuando esta persona es muy prolífica a veces se piensa, no sin cierta malevolencia o envidia, que “tiene un negro” detrás. También se aplica a quien escribe las memorias de algún personaje que, bien por su incompetencia o múltiples quehaceres, opta por esta fórmula. Los ingleses, haciendo uso de una mayor delicadeza, lo llaman ghost-writer, esto es, un “escritor fantasma”.

Pero no es sólo trabajo duro lo que podemos leer en las metáforas que tienen por base el color. Algunas contienen referencias más denigrantes. Al negro se le ve como una persona carente de orden y anárquica, pronta a saltarse las reglas que rigen nuestra sociedad. La imagen queda bien plasmada en el modismo español “una merienda de negros”, empleado en sentido figurado como sinónimo de confusión y desorden, y que tampoco encontramos en inglés (free-for-all y bedlam son algunas de las traducciones utilizadas).

Estos comentarios pueden resultar halagadores para el público anglosajón, pero no por ello queda exento de culpa. De hecho, en inglés, la voz negro tiene un matiz más despectivo que en español desde su mismo nacimiento. Su aparición en la lengua se remonta al siglo XVI (concretamente al año 1555, según el Shorter Oxford English Dictionary), y su origen español y portugués apunta claramente a unas referencias históricas y culturales que muchos tratan de olvidar. Es la historia de la esclavitud negra con largas jornadas de trabajo, trabajos forzados, latigazos y otras vejaciones a manos del todopoderoso amo blanco. Con estos antecedentes se comprende que en el siglo XIX, coincidiendo con unos aires más democráticos y liberadores, se propiciara el uso y posterior difusión de black, que es el término usual para referirse a negro de un modo general, pero que hasta entonces no se había aplicado en el sentido de raza. Con el tiempo esta voz serviría para arrinconar y teñir de una fuerte carga negativa a negro, así como a nigger, creado sobre un modelo inglés pero mucho más peyorativo.

Como sucediera con homosexual en inglés, black tiene una connotación más neutra, desprovista de reminiscencias coloniales, pero que no todos encuentran agradable. La misma lengua ampara este particular sentido, pues las connotaciones de que son portadores el blanco y el negro en el habla diaria son bien diferentes. En el entorno cultural que conocemos la blancura es sinónimo de muchos atributos de carácter positivo: puro, honesto, bello; por el contrario, lo negro es impuro, atemorizante, malévolo, oscuro, difícil. Lo blanco es salvífico, tal es la cualidad del alma; lo negro es generador de mala suerte.

En inglés, Ossie Davis (1969: 74) ha comparado los sinónimos de white `blanco' y black `negro' (y los sustantivos abstractos whiteness `blancura' y blackness `negrura, obscuridad') que aparecen en el conocido diccionario de sinónimos de Roget (Thesaurus of the English Language), llegando a los siguientes resultados: whiteness tiene 134 sinónimos, de los cuales 44 tienen una connotación favorable y sólo 10 tienen un matiz ligeramente negativo; y blackness tiene 120 sinónimos, de los cuales 60 son claramente desfavorables, y ninguno de ellos es ni siquiera ligeramente positivo.

En la lengua española existen montones de expresiones idiomáticas que reproducen también esta visión maniquea. Hay una “suerte negra” (“tener la negra”, “un día negro”, etc.) que con actitud supersticiosa algunos tratan de inculpar a los gatos de ese color; hay una “mano negra” que corroe muchas instituciones, una mano invisible pero bien fuerte, extendida por personas y grupos con “negras intenciones”; un “mercado negro” y un “dinero negro”, así llamados por su ilegalidad; y un “garbanzo negro”, una “oveja negra”, un “pozo negro” ... Todo en negativo. En ninguna de estas expresiones el blanco está presente, y cuando lo está, el contraste es bien significativo: existe una “magia negra” pero, al contrario que la blanca, implica a poderes maléficos e infernales. No es casual tampoco que en el juego del ajedrez las piezas blancas sean las primeras en moverse.

Heredado de una tradición cultural, este esquema tiene una firme raigambre, y por tanto no puede cambiar de la noche a la mañana, lo que sirve muy bien a los propósitos racistas. Ahora bien, aunque parezca paradójico, los prejuicios raciales de supremacía de los blancos se hacen más patentes en el rosario de términos existentes en el idioma para referirse al concepto de negritud. Cuando lo negro se refiere a la raza, en abstracto, no parece dudarse en adjetivarse de tal modo, y con toda normalidad decimos “la raza negra”, o black people en inglés. El problema surge cuando la referencia es al individuo, al objeto concreto de nuestra xenofobia, en cuyo caso se acude a procedimientos más o menos indirectos.


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