jueves, 3 de marzo de 2022

BLAS DE OTERO: ÁNGEL FIERAMENTE HUMANO.


PIDO LA PAZ Y LA PALABRA
Escribo
en defensa del reino
del hombre y su justicia. Pido
la paz
y la palabra. He dicho
«silencio»,
«sombra»,
«vacío»
etcétera.

Digo
«del hombre y su justicia»,
«océano pacífico»,
lo que me dejan.

Pido
la paz y la palabra.


CRECIDA
Con la sangre hasta la cintura, algunas veces
con la sangre hasta el borde de la boca,
voy
avanzando
lentamente, con la sangre hasta el borde de los labios
algunas veces,
voy
avanzando sobre este viejo suelo, sobre
la tierra hundida en sangre,
voy
avanzando lentamente, hundiendo los brazos
en sangre,
algunas
veces tragando sangre,
voy sobre Europa
como en la proa de un barco desmantelado
que hace sangre,
voy
mirando, algunas veces,
al cielo
bajo,
que refleja
la luz de la sangre roja derramada,
avanzo
muy
penosamente, hundidos los brazos en espesa
sangre,
es
como una esperma roja represada,
mis pies
pisan sangre de hombres vivos
muertos,
cortados de repente, heridos súbitos,
niños
con el pequeño corazón volcado, voy
sumido en sangre
salida,
algunas veces
sube hasta los ojos y no me deja ver,
no
veo más que sangre,
siempre
sangre,
sobre Europa no hay más que
sangre.

Traigo una rosa en sangre entre las manos
ensangrentadas. Porque es que no hay más
que sangre,
y una horrorosa sed
dando gritos en medio de la sangre,
y una horrorosa sed
dando gritos en medio de la sangre.

De «Ángel fieramente humano» – 2 «Hombre» – II – 1947-1949
Recogido en “Blas de Otero – Obra Completa” – 1935 – 1977
Ed. Galaxia Gutenberg – 2013©


Blas de Otero Muñoz nació en Bilbao, el 15 de marzo de 1916. Miembro de la  Generación del 50′, fue uno de los principales representantes de la poesía social o la conocida como poesía desarraigada, fruto de los tiempos duros que le tocó vivir, la guerra civil española y la terrible dictadura franquista. Fue un duro opositor de a la citada dictadura que vio nacer, crecer y morir, lucha que fue constante hasta el final de su vida.

En 1945 sufrió una crisis depresiva que lo llevó a recluirse en el sanatorio de Usúrbil. De esta experiencia nacerían las tres obras de su ciclo existencial: «Ángel fieramente humano» (que presentó al premio Adonáis), «Ancia» y «Redoble de conciencia», libro con el que ganó el premio Boscán en 1950. Ese mismo año conoció a la actriz y poeta vasca Tachia Quintanar, con la que mantuvo una relación amorosa y con la que conservó su amistad durante el resto de su vida.

Tras salir del sanatorio se autoexilió en París, donde comenzó a relacionarse con círculos de exiliados españoles y llegó a afiliarse en 1952 al Partido Cominista. En ese París se fraguó «Pido la paz y la palabra».
De nuevo de regreso en España se integraría en círculos obreros y rurales. Trabajó con mineros y recorrió los pueblos del interior de Castilla y León viviendo del trabajo. También concluyó «Pido la paz y la palabra» y comenzó «En castellano».
En 1955 empezó a ser considerado por sectores de la crítica como uno de los grandes poetas de la posguerra.

Entre 1956 y 1959 residió en Barcelona, donde frecuentó los grupos artísticos locales, que parecer ser rechazaron su libro «En castellano», pero consiguieron que «Ancia» ganase el Premio de la Crítica en 1958 y el Premio Fastenrath en 1961.
En 1960 viajó a la URSS y China invitado por la Sociedad Internacional de Escritores.

En esta época se publicaron (fuera de España debido a la censura) «Esto no es un libro», 1963 (Puerto Rico) y «Que trata de España», 1964 (París).
En 1964 se trasladó a Cuba, donde se casó con Yolanda Pina y le fue concedido el Premio Casa de las Américas. Tras tres años de vivir en La Habana, en 1967 se divorció y regresó a Madrid, donde recuperó su relación sentimental con Sabina de la Cruz.
Durante ese último periodo de su vida publicó numerosas antologías recopiladas por él mismo, y un puñado de libros nuevos.
Anheló y cantó la democracia durante 40 años, aunque no llegó a ver completamente realizado su sueño, murió en Majadahonda, Madrid el 29 de junio de 1979.
HOMBRE
Luchando, cuerpo a cuerpo, con la muerte,
al borde del abismo, estoy clamando
a Dios. Y su silencio, retumbando,
ahoga mi voz en el vacío inerte.
|
Oh Dios. Si he de morir, quiero tenerte
despierto. Y, noche a noche, no sé cuándo
oirás mi voz. Oh Dios. Estoy hablando
solo. Arañando sombras para verte.
|
Alzo la mano, y tú me la cercenas.
Abro los ojos: me los sajas vivos.
Sed tengo, y sal se vuelven tus arenas.
|
Esto es ser hombre: horror a manos llenas.
Ser -y no ser- eternos, fugitivos.
¡Ángel con grandes alas de cadenas!

A LA INMENSA MAYORÍA
Aquí tenéis, en canto y alma, al hombre
aquel que amó, vivió, murió por dentro
y un buen día bajó a la calle: entonces
comprendió: y rompió todos su versos.

Así es, así fue. Salió una noche
echando espuma por los ojos, ebrio
de amor, huyendo sin saber adónde:
a donde el aire no apestase a muerto.

Tiendas de paz, brizados pabellones,
eran sus brazos, como llama al viento;
olas de sangre contra el pecho, enormes
olas de odio, ved, por todo el cuerpo.

¡Aquí! ¡Llegad! ¡Ay! Ángeles atroces
en vuelo horizontal cruzan el cielo;
horribles peces de metal recorren
las espaldas del mar, de puerto a puerto.

Yo doy todos mis versos por un hombre
en paz. Aquí tenéis, en carne y hueso,
mi última voluntad. Bilbao, a once
de abril, cincuenta y uno.

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