miércoles, 21 de enero de 2015

Los mejores comienzos de novelas


“Nació con el don de la risa y la intuición de que el mundo estaba loco. Y ese fue todo su patrimonio”.
ScaramoucheRafael Sabatini.

“Si soy yo el héroe de mi propia vida o si otro cualquiera me reemplazará, lo dirán estas páginas. Para dar comienzo a mi historia desde el principio, diré que nací (según me han dicho y yo lo creo) un viernes a las doce en punto de la noche. Y, cosa curiosa, el reloj empezó a sonar y yo a gritar simultáneamente.
Teniendo en cuenta el día y la hora de nacimiento, la enfermera y algunas comadronas del barrio (que tenían puesto un interés vital en mí varios meses antes de que pudiéramos conocernos personalmente) declararon: primero, que estaba predestinado a ser desgraciado en esta vida, y segundo, que gozaría del privilegio de ver fantasmas y espíritus. Según ellas, estos dones eran inevitablemente otorgados a todo niño (de un sexo o de otro) que tuviera la desgracia de nacer en viernes y a medianoche”.
David Copperfield, Charles Dickens

“Si de verdad les interesa lo que voy a contarles, lo primero que querrán saber es dónde nací, cómo fue todo ese rollo de mi infancia, qué hacían mis padres antes de tenerme a mí y demás puñetas estilo David Copperfield, pero no me apetece contarles nada de eso”.
El guardián entre el centenoJ.D. Salinger.



“Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre le llevó a conocer el hielo”.
Cien años de soledadGabriel García Márquez.


“Es una verdad mundialmente reconocida que un hombre soltero, poseedor de una gran fortuna, necesita una esposa”.
Orgullo y prejuicioJane Austen.

“Al despertar Gregorio Samsa una mañana, tras un sueño intranquilo, se encontró sobre su cama convertido en un monstruoso insecto”.
La metamorfosisFranz Kafka.


“En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor”.
Don Quijote de la ManchaMiguel de Cervantes.

Pues sepa vuestra merced ante todas cosas que a mí llaman Lázaro de Tormes, hijo de Tomé González y de Antona Pérez, naturales de Tejares, aldea de Salamanca. Mi nacimiento fue dentro del río Tormes, por la cual causa tomé el sobrenombre, y fue desta manera. (…) En este tiempo se hizo cierta armada contra moros, entre los cuales fue mi padre, que a la sazón estaba desterrado por el desastre ya dicho, con cargo de acemilero de un caballero que allá fue, y con su señor, como leal criado, feneció su vida.
Mi viuda madre, como sin marido y sin abrigo se viese, determinó arrimarse a los buenos por ser uno dellos, y vínose a vivir a la ciudad, y alquiló una casilla, y metióse a guisar de comer a ciertos estudiantes, y lavaba la ropa a ciertos mozos de caballos del Comendador de la Magdalena, de manera que fue frecuentando las caballerizas.
El Lazarillo de Tormes. Anónimo


“Bastará decir que soy Juan Pablo Castel, el pintor que mató a María Iribarne”.
El túnelErnesto Sabato.



“Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos, la edad de la sabiduría, y también de la locura; la época de las creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación. Todo lo poseíamos, pero no teníamos nada; caminábamos en derechura al cielo y nos extraviábamos por el camino opuesto. En una palabra, aquella época era tan parecida a la actual, que nuestras más notables autoridades insisten en que, tanto en lo que se refiere al bien como al mal, sólo es aceptable la comparación en grado superlativo”.
Historia de dos ciudades, Charles Dickens


“El día que lo iban a matar, Santiago Nasar se levantó a las 5.30 de la mañana para esperar el buque en que llegaba el obispo”.
Crónica de una muerte anunciada, Gabriel García Márquez.

Tyler me consigue un trabajo de camarero, después me mete una pistola en la boca y me dice que para alcanzar la vida eterna primero tienes que morirte. Sin embargo, durante mucho tiempo Tyler y yo fuimos muy buenos amigos. La gente siempre me pregunta si conocía bien a Tyler Durden.
El cañón de la pistola me oprime el fondo de la garganta, y Tyler dice:
—En realidad, no moriremos.
Descubro con la lengua los agujeros del silenciador que taladramos en el cañón de la pistola. La mayor parte del ruido que hace un disparo se debe a la expansión de los gases y al pequeño estallido sónico que provoca la bala al salir tan rápida. Para fabricar un silenciador hay que taladrar agujeros, un montón de agujeros, en el cañón del arma. “De esta forma se logra una descompresión que hace que la velocidad de la bala sea menor que la del sonido. Si taladras mal los agujeros, la pistola te volará la mano.
—En realidad, esto no es la muerte —dice Tyler—. Seremos una leyenda; no envejeceremos.
Desplazo el cañón con la lengua hacia la mejilla y digo:
—Tyler, estás pensando en vampiros.
El edificio donde nos encontramos dejará de existir en diez minutos. Coge un concentrado con un noventa y ocho por ciento de ácido nítrico gaseoso y añádele el triple de ácido sulfúrico. Prepáralo en una bañera con agua helada. Luego, échale glicerina con un cuentagotas. Ya tienes nitroglicerina.
Lo sé porque Tyler lo sabe”.


El club de la lucha. Chuck Palahniuk.

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