lunes, 6 de noviembre de 2023

CARTA ABIERTA









 




CARTA DE CICERÓN A MI MADRE (PÁG. 76 LIBRO DE TEXTO)

La semana pasada (DEIXIS TEMPORAL)  (yo) mandé a mi madre por WhatsApp el chiste del año, “25 de diciembre. Zoom, Zoom, Zoom” pero no le hizo ninguna gracia (CATÁFORA----->): “A mi edad cada año significa un año menos. A la tuya es todavía uno más”, dijo. Yo intenté consolarla sin éxito, porque como bien explica Martha Nussbaum (CATÁFORA---->), para hablar convincentemente de la vejez, como mínimo hay que acercarse a ella. Entonces se me ocurrió pedir ayuda a Cicerón, viejo colega. Pensé que el autor de De Senectute, la apología de la vejez escrita hace más de 2000 años, podría consolarla mejor que yo. Como era de esperar, Cicerón no se ha jubilado ni muerto (IRONÍA). Y enseguida me hizo llegar esta carta (CATÁFORA-------->) por mail que (yo) ya envié a mi madre y (yo) comparto también con vosotros, por si (la carta) fuera de vuestro interés.

Querida Esther

Lamento que te haya tocado iniciar la última etapa de tu vida inmersa en un discurso político y social que desprecia a los mayores. Lamento también la pandemia aunque te confieso que no parece tan grave cuando llevas dos mil años bajo tierra, bien sabes tú que todo es cuestión de perspectiva, por más que quienes gobiernen carezcan de ella. Lo que sí me parece trágico, tantos siglos después, es que la discriminación por edad se haya convertido en algo tan cotidiano como opresor.

Debes saber que no sois la primera generación que padece este maltrato. También yo pasé por lo que ahora sientes. “Cuando lo medito en mi interior, encuentro cuatro motivos por los que la vejez puede parecer miserable”, escribí entonces. “La primera, porque aparta de las actividades; la segunda, porque debilita el cuerpo; la tercera, porque priva de casi todos los placeres; la cuarta, porque no está lejos de la muerte”. Ayer tu hija me contó que la pandemia ha agravado los cuatro motivos. Y que los ancianos están siendo aniquilados, no ya tanto por el virus como por una sociedad que los considera inútiles e incapaces, carentes de iniciativa, además de una carga. Una consideración que afecta por igual a todos los de tu edad, sin importar las situaciones personales. Por eso te incluye también a ti, que te sentías joven cuando empezó el confinamiento. Sin embargo, ahora ya te piensas más inútil y acabada. Debes saber que es el efecto de su manipulación, no de tu edad.

Dicen que la Covid ha apartado aún más a los mayores de las actividades cuando es una mentira demostrable. Desde luego lo es en tu caso. Me cuenta tu hija que ahora escaneas códigos QR en los restaurantes, que mandas audios por WhatsApp, haces videoconferencias con tus nietas, viajas por YouTube y que hasta te has pasado a la banca digital. TikTok no sé aún lo que es, pero ya me lo contarás. Eso no es estar más lejos de las actividades. Lo que pasa es que has rejuvenecido. Y los jóvenes se pasan el día pegados al móvil. Esa es su actividad.

En cuanto a que la vejez debilita el cuerpo es un hecho. Pero en una pandemia como la que vivís, el cuerpo no es lo más importante. Si acaso el problema lo tendrán los jóvenes que tienen que encerrar el suyo cargado de hormonas en pequeñas habitaciones. Tú lo disfrutaste sin entregar una pizca de belleza o vigor a la enfermedad o al miedo. Es precisamente ahora cuando sirve más el amor que el vigor. Más la experiencia que la fuerza. Los más jóvenes necesitan que estés a la altura. “A duras penas podríamos decir que un capitán de barco es incompetente porque no pueda remar”. Dicen que esta frase también es mía. Y me encanta.

Luego está lo de que los viejos no tenemos placeres, que probrecitos, qué pena de vida. Pero di la verdad. Si estás ahíta de placer. Todas las fiestas, tantos platos en tantos fregaderos como cigarros en ceniceros, tanta música, tantas reuniones familiares, tantos nietos tantas veces, tantas risas, tantos bailes. ¿Sabes ese momento de la fiesta en que uno se pregunta hasta cuándo será obligatorio seguir divirtiéndose? Ese momento solo lo entenderán quienes han acumulado tanto placer como para saber que estar libre de su tiranía es una forma de felicidad. Y a ti te la han puesto en bandeja, en el mejor momento. Disfrútala sin culpa antes de que los hijos y nietos te llenen la casa de ruido otra Navidad.

Y por último queda el tema de la muerte, la mentira más grande de todas. Que el virus os acerca más a ella. Que los viejos sois los peor parados, los más frágiles, los que más crudo lo tenéis, los que hay que proteger, los que no pueden ya decidir por sí mismos. ¡Qué clase de manipulación de la voluntad y control del cuerpo es esta! Tú no lo tienes peor que los más jóvenes ante la muerte, si acaso mejor. Porque mientras ellos esperan vivir más que tú, el hecho es que tú has vivido ya más que ellos. La covid puede afectar a cualquiera, como toda enfermedad. Nadie es dueño del mañana. Así que ni se te ocurra tener miedo, eso déjaselo a los jóvenes cuyo futuro es más incierto de lo que fue nunca el tuyo. Recuerda que la enfermedad del alma puede hacerte tanto daño como la del cuerpo, incluso más llegados a cierta edad. Porque tu cuerpo ya no es tan valioso mientras que tu espíritu no conoció momento más pleno. Sabes más, amas mejor, entiendes más. En este momento debes protegerte tanto del virus como de aquellos que intentan convertir tu edad en un problema que no tenías antes de conocerlos.

Defiéndete, amiga, porque te atacan. Y dale un beso a tu hija de mi parte. Ten paciencia con ella, aún es demasiado joven.

Nuria Labari es periodista y escritora.

QUERIDAS DOS ESPAÑAS
Querida España Azul, la democracia no se hunde. (Los españoles) No vamos camino de Venezuela o de Hungría. La amnistía no supone el “principio del fin de la democracia”, sino un test donde se verá su fuerza. Si el Congreso aprueba una proposición de ley que viola el orden legal, un abanico de magistraturas impedirá su puesta en marcha, de cualquier Audiencia al Constitucional, pasando por el Tribunal de Justicia de la Unión Europea. La democracia, que no es un ideal de armonía, sino una fórmula civilizada para gestionar conflictos, sale robustecida tras una tensión que prueba sus costuras.

Querida España Roja, puede que la ley de amnistía esquive los obstáculos jurídicos. Puede que en Europa no se lleven las manos a la cabeza, sino que (en Europa) se encojan de hombros. Pero, si no es así y los tribunales tumban la aplicación de la ley, la democracia española no se hundirá. Y lo que sirve para el futuro se aplica al pasado: (CATÁFORA--->) la justificación de la amnistía no puede ser la existencia de un lawfare o una conspiración político-judicial de derechas para minar la voluntad popular. Porque, o (el lawfare) es falso, o hay que imputar a miles de funcionarios y jueces por prevaricación.

El problema de los acuerdos conocidos hasta ahora no es el “cambio de opinión” de Sánchez sino otro muy distinto. El PSOE no fue a las elecciones con la amnistía, pero los socialistas pueden argumentar que, precisamente para que se cumpla su programa, hay que adoptar medidas que no estaban en él. (Adoptar medidas que no estaban en el programa) Como en cualquier Gobierno de coalición. Y como sucedía tradicionalmente con los pactos con los nacionalistas (al adoptar medias que no estaban en el programa). Pero las cesiones a CiU o al PNV se podían presentar como juegos de suma positiva ―todos ganamos si ellos gestionan el IRPF― o suma cero ―nadie pierde recursos―. Ahora, (las cesiones) se interpretan como juegos de suma negativa, donde unos intereses más responsables pierden frente a unos (intereses) menos responsables. La condonación de la deuda tendrá una lógica nacional equitativa, pero, de entrada, (la condonación de la deuda) se ve como un premio a las comunidades más gastadoras (como Cataluña) y un castigo a las (comunidades) más hacendosas. Y la amnistía se proyecta como una concesión a quienes han cometido delitos y (a quienes) no muestran arrepentimiento ni propósito de enmienda.

Quizás la amnistía es mejor que cualquier alternativa. Pero eso no lo decidiremos ni yo ni la mejor analista del mundo, sino (que lo decidirán) el Congreso primero y los tribunales después. Respetemos a ambos. Esto es la democracia.

Querido alumno universitario de grado: Te estamos engañando

Llevo impartiendo clases en la universidad cerca de 25 años, dos de ellos en la Universidad Complutense de Madrid y el resto en la Universidad de Granada. Por mis clases han pasado directivos de grandes empresas que tenían más o menos mi edad cuando les di clase y otros que, en sus generaciones respectivas, han ido ganándose un puesto en la sociedad gracias a su formación y a su esfuerzo (...) Todo lo anterior es tan sólo un eco del pasado. Hoy me dedico a engañar más que a enseñar. Me explico a continuación. (CATÁFORA)

Los grupos hoy son de unos 50 alumnos, de los cuales raramente viene a clase más de un 30%. Los que vienen, lo hacen en su mayoría con un portátil y/o un teléfono móvil que utilizan sin ningún resquemor durante las horas de clase. Las caras de los alumnos se esconden tras las pantallas. De hecho, me sé mejor las marcas de sus dispositivos que sus rasgos faciales. Es raro que alguien pregunte, por mucho que se les incite a hacerlo. Quince minutos antes de que acabe la clase ya están recogiendo sus cosas, deseosos de salir.

Cada vez me siento más como un profesor del instituto de una serie mediocre de los 80 que como un catedrático. A menudo tengo que callarme porque el rumor generalizado se extiende por el aula y me da vergüenza mandar callar a universitarios constantemente. He separado a gente para que no hablen entre ellos, he expulsado alumnos del aula y me he llegado a marchar de clase ante el más absoluto desinterés.

Como respuesta a este panorama y, siguiendo las cambiantes normativas universitarias (siempre peores que las anteriores), los profesores hemos tomado cartas en el asunto con las siguientes medidas:

El nivel de la asignatura ha bajado. Impartimos menos temas de manera mucho más superficial. Hacemos parciales tal y como establece la evaluación continua para tratar de aprobar a un mayor número de alumnos, pues un número de suspensos superior, a lo que la universidad establece como límite, conlleva una sanción que influye en el presupuesto del departamento, esclavizado a través del denominado contrato-programa.

De este modo, cumplimos el contrato-programa, el departamento es feliz, la universidad es feliz, nuestros alumnos aprueban, creen que saben algo y son felices y nosotros languidecemos ante la triste realidad  (REPETICIÓN DE LA PALABRA "FELIZ" y uso de la paradoja).

El nivel de los trabajos y presentaciones de los alumnos no pasaría, en su mayoría, los estándares del teatrillo de Navidad de primaria. Pero eso, para nosotros es más que suficiente para poner un 5.

Por eso, te digo que me dedico a engañarte, querido alumno/a. Vives en una mentira que nosotros edulcoramos. Por eso, es mejor que si quieres seguir viviendo en tu burbuja, mientras puedas, no sigas leyendo, ya que voy a contar lo que hay detrás de Matrix. Bueno, si sigues leyendo, lo haces bajo tu propia responsabilidad. No digas que no te advertí. Aquí van algunas realidades que no te van a gustar:

1.- Te faltan habilidades básicas indispensables en estudios superiores. No tienes capacidad de expresión. Tu vocabulario es muy básico y se limita a verbos débiles (hacer, ser, estar) en lugar de específicos como desarrollar, evolucionar, ampliar, …

2.- Por ello, cuando entregas un trabajo o haces una exposición de un texto que has copiado de Wuolah, El rincón del vago u otros, donde plantas frases como «considerando la posibilidad de articular el concepto de selección adversa con las bases teóricas de la economía de las organizaciones…», sé de sobra que no lo has escrito tú porque, para más INRI, cuando te pregunto en clase sobre el significado de esa frase, no sabes qué contestar.

3.- Por supuesto, al exponer en clase, la frase del punto anterior la has leído literalmente de tu móvil, del que no despegas los ojos aún enfrente de tus compañeros, y la has colocado en una transparencia de Powerpoint cuyo diseño en 1995 ya estaba obsoleto. El resto de tu presentación se limita al «efecto karaoke», leer los interminables párrafos que has cortado y pegado.

4.- No sabes estar. Sí, estar. Balbuceas, te encorvas, no fijas la mirada, llevas una o las dos manos en los bolsillos, vienes a una exposición en chándal o con leggins… No te dignas a respetar la institución milenaria que te acoge y que se llama universidad. No entiendes lo que eso significa y tampoco tienes ningún interés en saberlo.

5.- Si tu expresión es limitada, tu escritura lo es más (ELIPSIS DE "LIMITADA"). Se nota que ya no se hacen dictados en educación secundaria. Caso aparte merecen los alumnos que no hablan español y no comprendo que hacen ocupando un asiento, especialmente aquellos provenientes del país creador de Tiktok.

6.- Jamás hubieras superado esta asignatura hace 10 o 20 años. De hecho, de tu clase, no más de 10 personas seguirían admitidas en estos estudios. Te lo dice un licenciado que acabó dos titulaciones en la Universidad Carlos III de Madrid donde tras 4 convocatorias suspensas de una asignatura, ibas a la calle.

7.- Tu nivel de lenguas extranjeras es nulo. Doy clases en un Máster íntegramente en inglés donde apenas hay españoles y el nivel de los estudiantes extranjeros es infinitamente superior. De hecho, el máster es lo único que alimenta mi motivación a enseñar.

8.- Las habilidades blandas brillan por su ausencia. ¿Liderazgo, resiliencia, trabajo en grupo? (ELIPSIS) Son básicas para cualquier empleo. Cuando me escribes un email para decirme que te has peleado con tus compañeros de grupo o envías a tu madre a una revisión de exámenes, mi perplejidad no cabe en mi persona. Hace años que no recomiendo a ningún alumno para ninguna empresa.

9.- Vives anestesiado por las redes sociales. ¿Te crees que no me entero? Mientras doy clase veo tu cara de soslayo tras la pantalla con risitas y yo sé que explicar la cadena de valor de la empresa es de todo menos gracioso. No estás en clase, estás en Instagram. Pero yo me hago el tonto y miro para otro lado.

Estos puntos son sólo la cima del Iceberg. Los profesores estamos hartos de formarnos en técnicas docentes multidiversas y de pelajes exóticos para motivar al alumnado. Lo que está claro es que si tú, estudiante, no tienes interés, yo no puedo plantarlo en ti. Pero sí puedo hacerte creer que vales, aunque sepa que es mentira. Me he convertido en un experto en hacerlo porque el sistema me lo exige y cumplo. Y rezo por que esto sólo me ocurra a mí, y como mucho en mi facultad, pero no ocurra en Medicina o Ingeniería de caminos, sobre todo cuando cruce un puente o, Dios no lo quiera, esté en la camilla de un quirófano.

Cuando hablo con compañeros coinciden con mi visión. Escribir esto es arriesgado y es más cómodo callar y obrar. Lo entiendo perfectamente, patada y al área es la actitud mayoritaria. No quiero terminar exponiendo un problema sin dar soluciones. Las hay. Pero para ello, hay que romper el paradigma en que estamos sumergidos y ser muy valientes. He aquí algunas propuestas incómodas:

1.- No somos todos iguales. Hay estudiantes con vocación e interés eclipsados por la mediocridad imperante. Centrémonos en ellos. La universidad es para formar a las élites intelectuales. Antes de que me llaméis facha, esa frase es del insigne Gregorio Peces-Barba, mi rector cuando estudiaba en la Universidad Carlos III, padre de la Constitución y socialista de los de verdad (cómo han cambiado las cosas). La Formación Profesional forma grandes profesionales que no han de ser universitarios.

2.- Devolvamos al profesorado universitario las competencias perdidas como autoridad intelectual a la hora de diseñar planes de estudio, modelos de enseñanza y currículum. No podemos esperar dos años a que la ANECA dé el visto bueno a una modificación de los planes de estudio. El mundo cambia demasiado rápido para seguir impartiendo contenidos obsoletos.

3.- Reforcemos las capacidades básicas en enseñanzas no universitarias: Enseñar a pensar, a enfrentarse a obstáculos, a expresarse, a tener modales, a leer y escribir bien en español e inglés, a tener tolerancia a la frustración y, sobre todo, a buscar la superación constante.

4.- Eliminemos cualquier rastro de gadgets tecnológicos en la enseñanza (lo que incluye ordenadores portátiles). Darle un Chromebook a un niño de 10 años es como darle una cuchilla de afeitar a un bebé. SEÑORES TECNO-PROGRES LEAN ESTO POR FAVOR: Cruzar un puente no te hace ingeniero de caminos, de la misma manera que tener un ordenador no te hace nativo digital. Mis alumnos no saben, en su mayoría, elaborar un Excel o dar formato a un texto en Word. Las TICs a edades tempranas sólo sirven para distraer. La plasticidad neuronal se desarrolla con lápiz y papel, no con la dictadura de los teclados.

5.- Hacer sentir a los chavales orgullosos de quienes son y donde están, con admiración hacia lo que les rodea y hacia otras culturas. Fomentar la curiosidad innata y el respeto. Crear descubridores y jamás plantar la semilla del odio o la desolación. Huir de los nacionalismos, siempre manipuladores y huir de los populismos, de cualquier cosa negativa que acabe en ismo. La mente de un niño es sagrada.

6.- Fomentar la cultura de la competición y la colaboración en todo tipo de enseñanzas. El esfuerzo conlleva recompensa, a veces a largo plazo. Los mejores serán premiados y los peores se quedarán fuera de juego y, si quieren volver a entrar tendrán que esforzarse más, o bien, centrarse en otro juego, esto se llama flexibilidad académica. Si tu hijo es malísimo en matemáticas, pero le encanta tocar la guitarra, quizás tengas que ponerle un profesor particular en guitarra y no en mates. Y el sistema ha de aceptar esto. Saquemos lo mejor de cada individuo.

7.- Con 18 años no sabes, salvo que tengas una vocación innata, que es lo que quieres estudiar (yo no lo sabía, pero tuve suerte al elegir). Flexibilicemos los primeros años universitarios y de FP. Las titulaciones no han de ser bloques de cemento. ¿Empiezas Informática y no te gusta? Hagamos pasarelas. Implantemos el 'major' y el 'minor' como en EE. UU. Que una mala decisión no frustre una vida.

En fin, querido estudiante, esto es lo que hay. Quizás seas la excepción a todo lo escrito, ojalá sea así, pero los números me dicen que las probabilidades son inferiores al 10%. En todo caso, no busques la solución en el Estado, ni en los sindicatos, ni en los cantos de sirena de los -ismos, ni en las redes sociales. La solución está en ti. Si tú cambias, el mundo cambia. Y si no quieres cambiar, no te preocupes, te seguiremos engañando, haciéndote creer que lo estás haciendo muy bien".

Daniel Arias Aranda, catedrático del departamento de Organización de Empresas de la Universidad de Granada (UGR)

EL CATEDRÁTICO DESPECHADO.

PEVAU:
1. Identifique las ideas del texto, exponga de forma concisa su organización e indique razonadamente su estructura. (1.5 puntos) 
2. Explique la intención comunicativa del autor (0.5 puntos) y comente dos mecanismos de cohesión distintos que refuercen la coherencia textual. (1 punto)

1. 1.Haz un resumen del texto: escribe un único párrafo de entre cinco y ocho líneas que muestre de forma breve pero completa lo que dice el autor del texto. Debe estar redactado en 3ª persona y no utilizar frases textuales. 

1.2.Enuncia el tema de este texto utilizando un SN, cuyo núcleo sea un sustantivo abstracto, con tantos CN como sea necesario para acotar la intención del autor. 

1.3.- Determina la estructura del texto (señala las partes en que puede dividirse el texto en función de su contenido explicando por qué) y, si puedes, indica qué nombre recibe. 

1.4-¿Cuál es la principal intención comunicativa del autor? ¿Qué modalidad textual predomina? ¿Por qué? ¿Hay alguna otra que tenga importancia? Señálalas (puedes dividirlas en secuencias) y explica por qué.

1.5-Teniendo en cuenta lo anterior, señala dos rasgos propios de esa modalidad textual.

1.6. ¿Se trata de un texto adecuado, cohesionado y coherente? Señala al menos dos anáforas y dos catáforas. También puedes indicar la repetición de un contenido retórico sobre el que está construido el texto. Atiende principalmente a la progresión temática, el campo semántico y señala los conectores, el uso de recurrencia semántica (con sinónimos totales o parciales), mecanismos de recurrencia o repetición (mediante hipónimos o hiperónimos) y si hay cohesión gracias a referencias, conjunciones, elipsis o repeticiones.

BONUS: Escribe una carta abierta en respuesta... por ejemplo, como la siguiente.


 

QUERIDO ESTUDIANTE: QUE NO TE ENGAÑEN, LA UNIVERSIDAD ANTES NO ERA MEJOR

LUIS ÁNGEL HIERRO. Catedrático de Economía Pública de la Universidad de Sevilla

Durante estas Navidades ha estado circulando una entrada de LinkedIn de un colega, el catedrático de la Universidad de Granada Daniel Arias, con el llamativo título Querido alumno universitario de grado: Te estamos engañando. La entrada es un relato nostálgico del profesor Arias que desgrana múltiples motivos de queja con su trabajo docente, deambulando entre la calidad del alumnado, su propio quehacer y la regulación universitaria. Eso sí, centrando su queja en el alumnado, que según él es lo peor de nuestra actual Universidad.

Confieso que la primera vez que me lo enviaron, a comienzos de Navidad, no llegué a terminar su lectura. Me pareció tan absurdo que un profesor se quejase de tener 50 alumnos en su grupo y no 500 que entendí inmediatamente que era un arrebato para el desahogo personal y no le presté más atención.

La entrada en LinkedIn del profesor Arias me siguió llegando por WhatsApp, pero no volví a abrir el enlace. No obstante, ha sido al finalizar la Navidad, cuando una persona que ocupa un cargo importante en la Confederación de Empresarios de Andalucía me lo ha remitido en respuesta a un tuit en el que defiendo la Universidad pública, cuando he vuelto a prestar atención a la entrada del profesor Arias y me he decidido a terminar de leerla y valorarla. Y a ello voy.

Cuando comencé a estudiar, en 1980, ir a la Universidad era un privilegio y en mi Facultad, la de Económicas de Sevilla, había 2 grupos de primero, uno de mañana y otro de tarde (este segundo con muy pocos estudiantes, para quienes trabajaban). Hoy tenemos 20 grupos de primero y estudiar en la Universidad no es un privilegio, es algo normal que hace entorno al 50% de cada cohorte de población, simplemente porque puede y es su derecho. Obviamente, para cualquier capacidad humana que procedamos a valorar, si aumentamos la cantidad de población seleccionada sin extraerla al azar disminuyen las cualidades medias del grupo. Eso es de Perogrullo. Por esa razón, si hacemos el ejercicio de comparar las cualidades medias del 10% mejor de los estudiantes actuales con la media de los que estudiábamos allá por 1980, les aseguro que el alumnado universitario actual no es peor, sino que, por el contrario, es sustancialmente mejor. Tienen el conocimiento de idiomas que no teníamos, capacidades más orientadas a la investigación y al trabajo en grupo y mayores conocimientos generales. Y competitivos son mucho más, porque ya no se consideran élite sino personas normales que tienen que esforzarse para conseguir sus metas.

Por otro lado, es cierto que en este momento los/as estudiantes acuden con el ordenador a clase (cuando yo estudiaba desgraciadamente solo había un ordenador en toda la Facultad y no existía Internet) y ciertamente alguno/a que otro/a se distrae en algún momento, pero debemos tener en cuenta que para ellos/as la tablet o el ordenador son su herramienta de trabajo. Los/as estudiantes universitarios actuales han crecido pegados a una pantalla conectada a internet y es su modus vivendi. ¿De verdad se quiere que los/as estudiantes vuelvan al bolígrafo y papel? ¿De verdad se piensa que eso sería mejor para ellos/as? ¿En el mundo actual? Les cuento una anécdota. Este año he tenido una lucha encarnizada con mis estudiantes para conseguir que cuando vayan a realizar una presentación en clase lleven una copia del archivo en un pendrive, además de dejarla almacenada en la "nube", por si internet o la conexión no funciona. La disputa ha sido titánica, imagínense volver al papel. El profesor Arias y los que piensan como él deberían comprender que el estado de la tecnología de cada momento determina el comportamiento humano. Por cierto, me permito una pregunta directa a mi colega que estudió con bolígrafo y papel: ¿Utiliza él presentaciones para impartir sus clases? Yo no, yo tiza y pizarra, como mis compañeros que enseñan Matemáticas. Somos los últimos de Filipinas, pero a pesar de ello entiendo que los/as estudiantes lleven ordenador a clase y que la mayoría de los/ profesores/as, que son más jóvenes, utilicen las presentaciones.

Se queja también mi colega del tamaño de los grupos. Eso es simplemente un absurdo docente. Añorar tener 300 estudiantes en clase es como añorar viajar en calesa desde Granada a Madrid en lugar de en AVE. Mi queja es la contraria a la del profesor Arias, doy la misma asignatura en dos grupos, uno del grado de Economía y otro del doble grado de Derecho y Economía. En el primero tengo 70 estudiantes y, en el segundo, menos de la mitad y por eso no puedo usar en el primero la metodología docente de aprendizaje basado en proyectos que en el segundo me permite eliminar el sistema tradicional de lección magistral y examen escrito. En este segundo grupo, desde mi punto de vista ideal en tamaño, no más de 30 estudiantes, los/las estudiantes elaboran y presentan trabajos que convenientemente, antes de evaluar, someto a una herramienta informática antiplagio que los disuade de copiar contenidos. Esto último lo digo como consejo.

Dada la limitación de espacio, solo señalaré otro par de cuestiones en respuesta a mi colega. La primera, sobre algo que me duele personalmente, ya que llevo dedicados más de 42 años a la Universidad pública, y es que siempre hay quien desde dentro echa tierra en el propio tejado. Decir «si quieren calidad, que se vayan a la privada» implica una falsedad indigna de ser pronunciada por un profesor. Los que tanto critican la calidad de la Universidad pública española podrían repasar el índice más popular de esos que tanto gustan a los liberales, el índice de Shanghái, y verán que entre las mil "mejores" universidades del mundo, hay 40 españolas y de ellas sólo hay una privada, la de Navarra. Repito: Una. O sea, que cuando los/as estudiantes españoles/as busquen calidad mejor que no hagan caso a los que les "engañan" y que la busquen en las universidades públicas, que es donde está la calidad universitaria en España.

Y la segunda es una breve licencia que espero no me critiquen mis colegas de psicología y filología. Los/as españoles/as somos muy propensos a proyectar psicológicamente sobre terceros o sobre el país nuestras vacilaciones existenciales, por eso entiendo que haya compañeros/as que cuando se ven asaltados/as por las dudas sobre su propio papel en la docencia las trasladen a otros. Para esos momentos les recomiendo que no caigan en depresión acusatoria, que se miren a sí mismos y que como sanación se reencuentren con la realidad de que el tiempo pasa para todos y por eso cualquier tiempo pasado fue mejor, como ya nos cantó Jorge Manrique hace más de cinco siglos:

"Recuerde el alma dormida,
avive el seso y despierte
contemplando
cómo se pasa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando,
cuán presto se va el placer,
cómo, después de acordado,
da dolor;
cómo, a nuestro parecer,
cualquiera tiempo pasado
fue mejor"

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