miércoles, 14 de octubre de 2020

"DEUS EX MACHINA"



El "Deus Ex Machina" es un recurso narrativo o teatral que consiste en solucionar de forma inesperada la situación que parece haber conducido a los personajes a un punto sin remedio. Entonces, cuando parece que la historia (al menos de estos personajes) ha de llegar a su fin, aparece un elemento nuevo, más o menos mágico y siempre eficaz para solucionar el conflicto.





Como habrás notado, es un recurso que parece más bien un "truco" fácil para solucionar un error anterior. Resulta característico, por ejemplo, de los escritores novatos que no han estructurado o pensado previamente mucho su historia... o de las novelas escritas en folletines o las recientes series de televisión.




 

Sin embargo, como todo recurso, se puede emplear de forma efectiva o no. Por ejemplo, yo diría que el final de Shakespeare in love que hemos visto en clase no deja de ser un claro "Deus ex machina".

En este caso, además, es un guiño a que se utilizaba mucho como recurso teatral en esa época y, frecuentemente, el encargado de solucionar todo de forma divina utilizando su poder absoluto no era un dios sino el propio Rey (en este caso, reina). 

Por ejemplo

EPISODIO DEL ENEMIGO (Jorge Luis Borges)

Tantos años huyendo y esperando y ahora el enemigo estaba en mi casa. Desde la ventana lo vi subir penosamente por el áspero camino del cerro. Se ayudaba con un bastón, con un torpe bastón que en sus viejas manos no podía ser un arma sino un báculo. Me costó percibir lo que esperaba: el débil golpe contra la puerta. Miré, no sin nostalgia, mis manuscritos, el borrador a medio concluir y el tratado de Artemidoro sobre los sueños, libro un tanto anómalo ahí, ya que no sé griego. Otro día perdido, pensé. Tuve que forcejear con la llave. Temí que el hombre se desplomara, pero dio unos pasos inciertos, soltó el bastón, que no volví a ver, y cayó en mi cama, rendido. Mi ansiedad lo había imaginado muchas veces, pero solo entonces noté que se parecía, de un modo casi fraternal, al último retrato de Lincoln. Serían las cuatro de la tarde.

Me incliné sobre él para que me oyera.

-Uno cree que los años pasan para uno -le dije-, pero pasan también para los demás. Aquí nos encontramos al fin y lo que antes ocurrió no tiene sentido.

Mientras yo hablaba, se había desabrochado el sobretodo. La mano derecha estaba en el bolsillo del saco. Algo me señalaba y yo sentí que era un revólver.

Me dijo entonces con voz firme:

-Para entrar en su casa, he recurrido a la compasión. Le tengo ahora a mi merced y no soy misericordioso.

Ensayé unas palabras. No soy un hombre fuerte y solo las palabras podían salvarme. Atiné a decir:

-En verdad que hace tiempo maltraté a un niño, pero usted ya no es aquel niño ni yo aquel insensato. Además, la venganza no es menos vanidosa y ridícula que el perdón.

-Precisamente porque ya no soy aquel niño -me replicó- tengo que matarlo. No se trata de una venganza, sino de un acto de justicia. Sus argumentos, Borges, son meras estratagemas de su terror para que no lo mate. Usted ya no puede hacer nada.

-Puedo hacer una cosa -le contesté.

-¿Cuál? -me preguntó.

-Despertarme.

Y así lo hice.

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