Se conocieron en el parque del Retiro en 1992:
ella llevaba un vestido de flores,
él parecía ser un sufridor.
Y, entre gente que se aburre pronto de todo
y gente que no acaba nunca nada,
decidieron pasar juntos las noches
y ser más que “pareja”, ser “brigada”.
Y ocurrió así:
robaron un R5
y se fueron buscando el calor,
llegaron al desierto de Almería
y ese día se cubría con todo el vapor
del mar.
Subieron a la montaña más alta
y gritaron sus nombres en bucle,
prendieron mecha a fuegos artificiales,
que los dejaron cegados por las luces
y sintieron que la carretera se alejaba
y que aún no estaban en ningún lugar,
que eran los coches y los árboles
lo único que les hacía avanzar.
Y ocurrió así:
ella dijo "contaré hasta tres
y, si en ese momento no hemos parado,
nada nos va a detener:
uno, dos..."
Uno, dos...
Bien pudo ser cosa de magia
cuando se transformaron en bestias:
él en un lobo feroz
y ella en un pájaro con cresta.
Llegaban las malas noticias
de todas las partes del mundo
y a ellos solo les preocupaba
ser felices siendo fieras en su refugio.
Y ocurrió así:
Ella solía cantar cuando a él le faltaba valor.
Crearon su propia sinfonía y su melodía
se escuchaba desde Lisboa a Perpiñán,
de La Coruña a Gibraltar...
de Madrid…
Al cielo solían mirar como a la serie negra de Goya.
"¿De qué nos sirve luchar si nunca haremos historia?".
Y vieron que incluso las flores tienen su parte decadente.
"¡Que se pudra este ramo de rosas,
pero no antes que usted, señor presidente!".
Y ocurrió así:
llegaron nuevas ideas que no eran nuevas, sino recicladas.
La gente moderna ya no era moderna, sino anticuada.
"¿Para qué, para qué volver, para qué si aquí hay
mucho más de lo que siempre que quisimos tener?".
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